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LITERATURA Por lo que se refiere al Speculum perfectionis, su hallazgo por Sabatier contribuyó no sólo al embrollamiento de la llamada "cuestión francis– canista" (es decir, el problema del lugar que de– ben ocupar los biógrafos "oficiales", Celano y Buenaventura, y los que dependen de fray León o de la primitiva tradición franciscana, en los orígenes del franciscanismo y aun en el destino de la Orden), sino, también, al desarrollo de los estudios franciscanistas. La pretensión de Sabatier de asignar al Spe– culum, que atribuye a fray León, lo que todavía está por demostrarse, oponiéndolo a Celano y san Buenaventura, en la formación de la "vera efigies" de san Francisco, dieron origen a una inmensa bibliografía y a nuevos descubrimientos. Apagados los fuegos, aunque no los ecos, de la polémica, hay que reconocer que &I trabajo y los descubrimientos de sus protagonistas "testi– monian que ellos fueron buscadores apasiona– dos, y que tienen derecho al reconocimiento de todos los que aman a san Francisco" (T. Desbon– nets, Saint Fram;ois d'Assise. Documents, écrits et premieres biographies, Paris, 1968, p. 993). Y tal vez más que ninguno, Paul Sabatier. El cual, si tomó partido, como otros muchos después de él, tanto en su Vida de San Francis– co, como en la introducción de su edición del Speculum y en todos sus escritos, tomó, sobre todo, partido por san Francisco y su "gente po– verella", tal vez con un "sentimiento humano" similar, en cierto sentido, al que él mismo atri– buye a su favorito, fray León: "quería que todos amaran a su maestro, pero de la misma manera que él lo amaba". En cuanto a sus "pecados" contra la orto– doxia, que no fueron tantos ni tan graves, al menos no tanto como para incluir su biografía en el Indice de libros prohibidos, el "buen Dios" se los habrá perdonado, porque amó como po– cos a su servidor, Francisco. En la primera de sus lecciones de su "Curso de Estrasburgo" sobre san Francisco, cuenta Sa– batier que, en diciembre de 1884, después de asistir en el Colegio de Francia a una clase de hebreo dictada por Ernesto Renán, un grupo de alumnos, entre los que se encontraba Paul Sa– batier, rodearon al maestro. quien, en un len– guaje familiar, les fue explicando cuáles habían sido sus proyectos desde su juventud, entre los cuales estaba el del estudio de la "maravillosa renovación religiosa realizada por san Francis– co". Dirigiéndose a uno de los alumnos le su– girió que estudiara la historia religiosa de la Revolución Francesa. Y, luego, poniendo su ma– no derecha en el hombro del joven Sebatier, le 116 dijo: "Tú serás el historiador de la historia será– fica. Y te envidio: porque san Francisco siempre sonrió complacido a sus historiadores. Su obra inicial y su acción a través de los siglos nunca ha sido comprendida del todo. El salvó a la Igle– sia del siglo XIII, y su espíritu ha permanecido increíblemente vivo desde entonces. Lo nece– sitamos, y si de veras lo intentamos, volverá". Sabatier lo intentó poniendo todos sus talen– tos, que no fueron pocos, en ese empeño, y a lo largo de casi cuarenta y cinco años. Y contri– buyó como pocos a que san Francisco volviera. En su homenaje, al cumplirse los 50 años de su muerte, hemos creído oportuno ofrecer a los lectores de CUADERNOS una breve an– tología de textos, extractados, no tanto de su Vida de San Francisco, como de los apuntes a los que hemos aludido más arriba, que co– rresponden a la etapa de la madurez de su pensamiento y de su búsqueda franciscana. Personalidad de san Francisco Se me acusa de haber convertido a san Fran– cisco en un protestante, y a..:m un libre pensa– dor. El reproche sería grave si estuviera funda– do. No bastaría con contestar que he dado a los escritos de san Francisco un lugar bastante ma– yor que cualquier otro biógrafo. Y me he esfor– zado por dejar en claro su corrección eclesiás– tica, su perfecta ortodoxia, su ardiente lealtad a la sede apostólica. ¿A qué se debe, pues, que el san Francisco histórico aparezca a ciertos creyentes actuales como una especie de hereje? Los hechos son los hechos, y no hay por qué cambiarlos. Pero, tal vez con un poco de buena voluntad podamos encontrar 'la explicación de este hecho extraño. Existe, efectivamente, una antítesis completa entre los rasgos, el temperamento, las actitudes de ciertos intérpretes actuales de la ortodoxia y san Francisco. Para la gran mayoría de los fieles, la Iglesia es hoy la gran escuela del respeto, una institución destinada a conser– var el depósito de la fe y las tradiciones. Actua'I• mente, los católicos son conservadores; sus mi– radas están vueltas al pasado. Si la ortodoxia consiste en esto, sería eviden– te que san Francisco no fue ortodoxo, porque su espíritu es el menos conservador que se pueda imaginar. Todo en él está en tensión hacia el futuro; suspira por él, lo prepara, lo busca, y lo que· es más, tiene fe en él. (Escritos inéditos, p. 6)

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