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~ dd ~ e«- 150 Hno. Osear Castillo B. ofmcap. pues dejan ver también no menos notoria arrogancia, menosprecio y autoritarismo característicos del colonialista europeo, mirando al chileno y al indígena con un cierto desdén y aire de superioridad. En aquella misma hora los misioneros capuchinos no fueron siempre para sus interlocutores signo del hermano entra– ñable y cercano al pueblo. En ocasiones fueron considerados al contrario, no sin cierta razón, incursionadores del ejército chileno, adelantados del poderío huinca para asentarse en sus dominios . Se les criticó desechar una predicación circulante por ir a instalarse en 'centros misionales' autosu– ficientes, de características demasiado similar a una parroquia y desmesurados respecto al tipo de edificación o poblamiento mapuche. No pocos de ellos debieron ver amenazada su vida cual indeseables para aquellos, hasta ver alguno pender su suerte final de un partido de chueca, o deber huir sin respiro ante una muerte inminente y sin piedad bajo su puño. Con excesiva frecuencia sus edificios e instalaciones fueron reducidos intencionadamente a ceniza por manos que no veían en ellos al amigo o 'al padre'. Tampoco desde Santiago se miró siempre su labor misionera con aprecio y admiración, ni de parte de la Iglesia como consignó 'el informe' del presbítero Manuel Orrego que luego fuera obispo; ni de parte del gobierno que simplemente dio por desahuciada la eficacia de su gestión entre los nativos. Incluso hemos de recordar que se les juzgó desde Europa y el Vaticano distraerse exce– sivamente en la parte civilizada del país, con desmedro de su misión específica. LA HISTORIA UN LUGAR TEOLOGICO CUADERNOS FRANCISCANOS JULIO/SEPTIEMBRE 1998 Nº 123 CAIDA DEL BASTION ARAUCANO En efecto, en 1881 nuestros misioneros debieron resistir el alzamiento general del valle del Bajo Imperial contra los colonos huincas, huyendo por su vida, y pagando con la suya los mapuches que les posibilitaron hacerlo. Al año siguiente 1882 el gobierno, victorioso en 'la guerra del 79' y convencido que la cristianización del pueblo aborigen no obtenía sus objetivos con la suficiente rapidez que se esperaba, y que los capuchinos no tenían mayor interés en implementarlos prestamente; en lugar de repetir la fracasada tentativa de civilizar al mapuche optó por someterlo según el antiguo plan de sustituirlo por colonos europeos, especialmente alemanes, o por chilenos civilizados, activando hasta sus últimas consecuencias 'su plan' de pacificación de la Araucanía, o de "incor– poración definitiva de todo el territorio mapuche a la vida civilizada". Para ello incluso se usó ametralladora de guerra entrenada en la reciente campaña del Perú. rm Las finales de siglo y comienzos del presente vieron así una febril actividad de colonización en aquel territorio, tanto por parte de chilenos venidos de la zona central como de europeos traídos por el gobierno. Y como el lejano Oeste americano se llenó de colonos al clamor de: ¡oro, oro!, así sucedió al 'lotearse las tierras arau-canas '. La misión de los capuchinos debió abrirse entonces a la ¡atención de todos los habitantes, sin distinción de color e idioma!. El perfil de la misión cambió; ya no sería más el 'dominio' o territorio indígena o 'de misión', sino que comenzó una nueva época respecto al rol del misionero. En adelante éste trabajará en una zona preponderantemente 'de coloniza-

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