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ARTICULOS Precisamente, porque estaba persuadido de que el haber puesto •en marcha una "forma de vida", según el Evangelio, era efecto de una misteriosa disposición e iniciativa de Dios, recibía a cada compañero como un don del Señor. Lo dice en el Testamento: "El Señor me dio hermanos". Y aceptaba a cada uno tal como era, desde el mo– mento que era Dios quien lo llamaba y lo con– ducía. Por el predicador contemporáneo Odón de Cheriton, cuyo testimonio es anterior a 1218, sa– bemos cómo respondió Francisco en cierta oca– sión a alguien, quizá el Papa Honorio 111, que le preguntó: "¿Quién cuidará de alimentar a tus her– manos, ya que tú recibes a cualquiera -indistin– tamente?". La respuesta fue una parábola: "Hubo un rey que dejó encinta a una mujer en el bosque. Ella dio a luz un hijo, lo crió durante cierto tiempo y después se presentó con él a la puerta del rey para que él asumie– ra el cuidado de su propio hijo. Se lo notifi– caron al rey, el cual respondió: "Hay tantos indeseables e inútiles que comen en mi pala– cio: es muy justo que mi hijo sea mantenido como ellos". Contada la parábola, explicó que ·él mismo era esa mujer que el Señor había hecho fecunda por su Palabra, y le había dado hijos espirituales. Va 1 que el Señor alimenta a tantos pecadores, nada de extraño tiene que alimente entre los demás a sus propios hi– jos". (Texto en Arch. Franc. Hist., 22 (1929) 584-586). Con esta sincera aceptación, en virtud de la cual el recién llegado se sentía integrado a todo nivel, Francisco ponía en práctica, por instinto evangélico, lo que es fundamental en la dinámica interna de todo compromiso común entre per– sonas, según la moderna sicología de grupos. Santa Clara emplea la misma expresión en su Testamento: "las hermanas que el Señor me dio". Y .fue maestra en el arte de crear el sentido del nosotras en el seno de la fraternidad evangélica femenina, logrando que todas s-e sintieran igual– mente comprometidas y responsables. Ella se consideraba en medio del grupo como "sierva de Cristo y de las hermanas pobres". Pero, además, y por eso mismo, la llegada de un nuevo ,llamado suponía para Francisco una ayúda que él echaba en falta como hombre y como creyente, un complemento social y afectivo. Y este bien lo consideraba, asimismo, un don de ta bondad divina. Era, por otra parte, la con– firmación de la acción de Dios sobre su aventu– ra. Tomás de Celano, después de referir la vo– cación del primer compañero Bernardo de Ouin– tavalle, hace esta preciosa observación: 72 "La llegada y la conversión de un hombre de tal calidad, llenó el corazón de Francisco de un gozo extraordinario: lo tomó como una señal clara de que el Señor tenía cuidado de él, dándole el compañero de que cada uno tiene necesidad y un amigo fiel" (1 Cel 24). En los relatos de los •antiguos "padres del yer– mo" es corriente la Imagen del solitario que po– ne a prueba la vocación del nuevo discípulo, rechazándolo con dureza o haciéndole esperar días y noches fuera, como diciéndole: ¡no te necesito! Francisco no. Siente la necesidad del calor fraterno; recibe a cada nuevo candidato con un abrazo, como un regalo de Dios. Lo cual no quiere decir que no fuera exigente cuando se trataba de verificar las disposiciones de un pre– tendiente. No bien descubría que uno no se ha– llaba dispuesto a abrazar la pobreza total exter– na e interna o no era capaz de identificarse "espiritualmente" con los ideales de -la fraterni– dad, lo despedía con un seco ¡Vete! Todavía otro particular importante. La fe de Francisco ve en la vocación de cada hermano, no menos que en la suya propia, una inspiración divina. Así, en el capítulo segundo de •la Regla no bulada: "Cuando alguno, por divina inspira– ción, venga a nuestros hermanos con intención de abrazar esta vida, sea benignamente acogido por ellos". La misma expresión hallamos en la "forma de vida" dada a Clara y a las damas po– bres: "Ya que, por divina inspiración, os habéis hecho hijas y siervas del altísimo y sumo Rey". No se comprende por qué el inciso fue supri– mido en el texto de la Regla definitiva de 1223. Tal vez intervino el escrúpulo de algún jurista. Pero es interesante que la Regla de santa Clara, que sigue paso a paso el texto de la Regla de 1223, al comienzo del capítulo segundo transcri– be el de ,la Regla no bulada como más fiel al pensamiento del fundador: "Cuando alguna, por divina inspiración, venga a nosotras con inten– ción de abrazar esta vida ..." Clara, en efecto, había asimilado también en esto el pensamiento de Francisco; en su Testamento habla de la vo– cación ,como de "inspiración divina". Consecuentemente, con esta fe en la acción del Espíritu en cada hermano, Francisco respeta– rá siempre toda "gracia", todo impulso noble, toda manif.estación del carisma en quien sea, en especial la "inspiración divina", de ir entre los infieles. Es sabido qué Importancia tiene este aspecto de la espiritualidad. franciscana en la dinámica Interna de la fraternidad evangélica.

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