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ros<seguidores, la mejor escuela para encontrar al Cristo hermano. Al final de su vida, cuando repetía su tan conocido ¡Comencemos, herma– nos!, hubiera querido "volver a empezar de nue– vo", poniéndose al servi·cio de los leprosos, co– mo en aquellos hermosos días de su primera aventura (1 Cel 103). Tercera etapa: Francisco descubre su vocación evangélica Conviviendo con los leprosos, oon sinceridad de hermano y reconstruyendo iglesias, pasó Fran– cisco dos o tres años, tiempo de espera peniten– ciaL Había encontrado el sentido de su vida. Sin dinero, mendigando el pan y -los materiales de construcción, ayudado por otros pobres, tenido por todos como un loco, pero cada día más libre y alegre, pudo restaurar no sól•o la iglesia de San Damián, sino otras dos, y hubiera seguido res– taurando iglesias si no se hubiera interpuesto otra nueva manifestación del designio de Dios. Un día supo de una muchachita, hija de la noble familia de los Favarone, que estaba recorriendo un camino semejante al suyo, sin salir de su ca– sa. Clara, que amaba a los pobres y era muy aficionada a dar abundantes limosnas, llamó una vez a su amiga Bona de Guelfuccio y, dándole una suma de dinero, le mandó llevarlo "a los que trabajaban en Santa María de la Porciúncula, para que se comprasen carne" (Proceso de cano– nización, XVII, 7). Aquel día Francisco y sus ayu– dantes pobres comieron de carne, gracias al buen corazón de Clara -Favarone, a la sazón de edad de unos trece o catorce años. Y una mañana de 1208, probablemente en la fiesta de uno de los evangelistas Marcos o Lu– cas, a la lectura del •evangelio de la misión de los discípulos, hizo el descubrimiento definitivo del designio de Dios sobre él. "Al punto, rebo– sante de gozo espiritual, exclamó: ¡Esto es fo que yo anhelo, detrás de esto iba yo, esto es lo que me propongo realizar de todo corazón!" (1 Cel 22). Había dado ,con el sentido total y fecundo de su vocación: seguir al Señor Jesucristo, según la forma del santo Evangelio. Toda opción total en la vida llevaba consigo, en la Edad Media, un cambio en el modo de vestir. En la etapa anterior, se había presentado en hábito de penitente; ahora él mismo diseña una túnica sencilla, se la ciñe con una cuerda y, a pies descalzos, se lanza a predicar anunciando el reino de Dios e invitando a la conversión. Por primera vez, después de su conversión, se sin– tió profeta, como quien tiene prisa por llevar a otros el mensaje de su gran descubrimiento, un bien que no debe reservarse par•a sí solo. En adelante, el Evangelio será el todo en su ARTICULOS vida. Francisco se convierte en un contemplador de "las palabras del Señor, que son espíritu y vida"; y el Cristo, "la Palabra del Padre", se ,le revela ahora, en las páginas evangélicas, de una manera viva y total como el ,gran misterio del amor que salva en humillación, en pobreza, eli dolor.· Cuarta etapa: Francisco descubre la Trinidad En la contemplación de la palabra de Dios, y a través del Cristo hermano, camino que lleva al Padre, Francisco fue descubriendo toda la ple– nitud del Dios Altísimo, la Trinidad viva y ope– rante, no como un misterio de fe que se acepta y adora, sino como revelación gozosa del Dios que salva: las tres Personas •en misión constante de amor, en diálogo de amistad con el hombre. Todas las oraciones personales del santo y las páginas más enardecidas de la Regla primera ha– blan de esta espiritualidad profundamente trini– taria. Ese Dios trino y uno se le ha revelado a Francisco como el BIEN, el sumo Bien, el Bien total, fuente de todo bien, autor de todo bien en nosotros y por medio de nosotros (1 Regla 17, 17-20; 23, 9; Adm 7; Carta a los fieles, 62; Alabanzas de Dios; Alabanzas de las Horas, 11; Par. Padrenuestro, 2 ...). El último descubrimiento será el de sí mismo. El hombre, en efecto, sólo llega al conocimiento de la propia existencia como una misión que llevar a cabo cuando ha descubierto a los demás como hermanos y ha descubierto al Cristo como hermano y a Dios como Padre universal. Cuanto más uno se adentra en la inmensidad del ser de , Dios, como el sumo Bi•en, tanto más ve, con ·luz superior, lo que hay en él de sí mismo y lo que viene de Dios: "¿Quién eres tú ... ?, ¿quién soy yo ..." (Flor 11, 2). 3. FRANCISCO EL FUNDADOR: EL DON DE LOS HERMANOS LLAMADOS A LA MISMA VOCACION Después del descubrimiento de .fa vocación evangélica, Francisco no sólo se sintió predica~ dor, porque tenía un mensaje que comunicar, sino que se halló, sin pensarlo, fundador: tenía ahora una vida que poder •compartir con otros. Un fun– dador se hace tal cuando su experiencia excep– cional, su manera de ver la existencia y su op– ción total del Evangelio arrastran fuertemente a otras personas, hombres y mujeres, que des– cubren en e·I .hombre del carisma la formulación real de sus propias aspiraciones íntimas. Enton– ces, el ideal ,personal del fundador se convierte en el •idel del grupo. 71

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