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ARTICULOS Todavía un paso más. El gesto burgués .de remediar la necesidad del hermano echándoíe un puñado de monedas, lo hallaba ya absurdo. Quien •Se siente verdadero hermano, no soporta la desigualdad derivada del nacimiento o de la fortuna, no se resigna a ser un ¡'bienhechor", de cuya benevolencia depende la suerte de los ne– cesitados. Más que de dar, siente la necesidad de darse él mismo, de ponerse al nivel del her– mano. El texto de los Tres CompañerQs, que parece haber recogido con fidelidad los recursos per~ sonales de Francisco, termina con est.a obser– vación: "La gracia divina lo había transformado pro• fundamente, aunque todavía llevaba vida se– glar. Hubie·ra deseado verse en alguna ciudad donde no fuese conocido, y allí poder ~spo– jarse de ,los propios vestidos y cubrirse con los andrajos de algún mendigo, para experi~ mentar lo que es pedir limosna por amor de Dios" (3 Cp 10). Sentía la necesidad de identificarse con los pobres, hacer de la pobreza una experien<.,ia per– sonal. La ocasión se le presentó a la medida de sus deseos en una peregrinación que hizo a Roma. A la puerta de la Basílica de San Pedro, cambió sus vestidos con los harapos de uno de los mendigos que allí pedían .fimosna y se puso a implorar la caridad como uno de ellos "en francés" (3 Gp 10; 2 Cel 8). Tenía ahora la experiencia de la pobreza. real,, la del pobre, que es al mismo tiempo humilla– ción, inferioridad, subdesarrollo y, a veces, de– generación física y moral. Pero la experi·encia decisiva, la que señala la victoria de la gracia, fue la de los leprosos. Fue la verdadera conversión, como lo aflrma él mis– mo en el Testamento. Primero ,ocurrió el encuen– tro con el leproso, un día que cabalgaba por la llanura de Asís: se apeó, fue a poner el dinero en la mano del infortunado y se la besó, hacién– dose violencia indecible. Montando de nuevo a caballo, sintió llena su alma de una suavidad desconocida, corno si se hubiera aligerado de sí mismo (3 Gp 11; 2 Cel 9). A los pocos días, qui– so repetir fa experiencia yendo a encontrar a los leprosos en el lazareto. La victoria fue completa. .·· Segunda etapa: Francisco descubre al Cristo Hermano. "Estas visitas a los leprosos acrecentaron su bondad" {3 Cp 12). Pero no era .sólo su actitud externa lo que había cambiado. Se sentía atraído ahora, irresistiblemente ,hacia la soledad; h¡;¡cia 70 la oración. Había descubierto al hombre en to– das sus hondas dimensiones; pero, en el •lepro• so, el pobre más pobre de la Edad Media, se le había revelado el Cristo, y precisamente el Cristo pobre, el Cristo paciente, el "Siervo de Dios", cargado con todos los dolores y los sufrimien– tos humanos (Is 53, 4) .. Va estaba preparado pa. ra descubrirlo como Hermano y "tal Hermano que ha ofrecido su vida por sus ovejas ..." (Car– ta a todos los fieles, 56). El encuentro, como 'de persona a persona, tu– vo lugar aquel día en que se hallaba orando an– te el crucifijo de la iglesita de San Damián y escuchó de él la orden de restaurarla. "De re– sultas de esta visión,:su corazón se derretía, co– mo herido, al recuerdo de la pasión del Señor" (3 Cp 13; 2 Cel 10). Era fa culminación de un pro– ceso de respuesta noble y generosa a la llamada de Dios, de aquel deseo ardoroso de encontrar un s-entido a .su vida; en aquellos días de. ora– ción y de tensión en lo oculto de la gruta, "su– plicaba al Señor le enseñase el camino; pade– cía en su interior un sufrimiento y una angustia indecible, y no lograba .la serenidad hasta ver realizada su vocación" (3 Cp 12). Y el camino no era otro que el Cristo pobre y crucificado. Tiene ahora una orden bien precisa de Cristo: reconstruir aquella igl-esia material. Y se dispo– ne a obedecer con prontitud caballeresca. Parte para Foligno con el caballo cargado de telas pre– ciosas; vende mercancía y caballo. Vuelve a Asís, va a encontrar al capellán de San Damián y le entrega el producto de la venta. Todavía obraba como hijo de . rico mercader..Pero el Señor le iba a dar una lección que · no olvidará nunca: las obras de Dios no se hacen con dinero; se hacen a lo pobre, dando no de lo nuestro, sino a nosotros mismos. Siguieron después los días amargos de fa rup– tura con Pedro Bernardone, cuando Francisco to– mó fa resolución de "salir del siglo", abrazando pública y canónicamente la vida de los "peniten– tes", decisión que tuvo su desenlace solemne en presencia del obispo, cuando .. el convertido, desnudo, entregó a su padr·e vestidos y dinero, aquel dinero que "hubiera querido usar para procurar alimento a los pobres y para costear la restauración de la iglesia" (1 Cel 8-15 3 Cp 16- 20). . . Y se sintió libre, inmensamente libre. Lleno el pecho de un gozo desbordante, se fue bosque adelante, "cantando las alabanzas d.e Dio$ en francés". Tras la humillante experiencia d~• ser– vicio en una abadía, "se trasladó a los leprosos; vivía con, ellos sirviéndoles a todos con st1ma diligencia por Dios" (1 Cel 17). Fue su novicia– do. Y sería también. el noviciado de sus ..prime-

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