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cultivada, a nadie dirigía palabras injuriosas o malsonantes ... Estas virtudes espontáneas fue– ron como escalones que lo •1.Jevaron hasta decirse a sí mismo: Tú eres generoso y cortés para con personas de las cuales no -recibes nada más que una ,simpatía vacía y efímera. Debes mostrarte, al menos, igualmente generoso y gentil para con los pobres, por amor de Dios, que sabe corres– ponder con tanta largueza. A :partir de aquel día sentía gusto de encontrarse con ·los pobres y les daba limosnas con generosidad. En efecto, a pe– sar de su condición de comerciante, tenía la de– bilidad de ser pródigo con las riquezas" (3 Cp 3). Reflexión justa de •los "tres compañeros" o confidencia recibida más tarde de labios del mis– mo Francisco, ese párrafo responde al despertar en su conciencia del primer reclamo de Dios, un descubrimiento al que llegó como "por escalo– nes": el pobre. Sí, no fue la superficialidad y va– ciedad de la amistad de los compañeros de la buena sociedad lo que •le hizo descubrir el sen– tido de la vida, sino la pobreza como existencia concreta y trágica de una persona. La pobreza, la lepra, la marginación social, son males que deben rehuirse; pero el pobre, el leproso, el mar– ginado, cual,quier hombre que sufre, son herma• nos. Y luego, ¿no son los pobres acaso, la señal pri– vilegiada de la realidad de Dios? "Compartir el pan con el hambriento, albergar al pobre sin co– bijo, vestir al desnudo, no volver el rostro al hermano", he ahí el camino más seguro para de– jarse iluminar de Dios y escuchar su llamado (Is 58, 1-12). Ir al hermano, al hermano víctima de cualquier forma de pobreza, es ir a Dios. El ca– mino para encontrar al Padre es Cristo, el "hijo del hombre", y el camino para encontrar a Cristo es el necesitado, como él mismo fo ha dicho (Mt 25, 31-46). Todo pobr•e es como un "sacra– mento" de la presencia de Cristo entre nosotros, en la Iglesia peregrinante (cfr. Vat 11, LG 8). La relación entre ,la realidad del pobre y la realidad de Dios, la descubrió Francisco, quizá por primera vez, en el episodio del mendigo de– jado ir sin limosna: "Cuando aún se hallaba en el mundo y vivía vida mundana, se preocupaba de los pobres, los socorría. generosamente en su indigencia y mos– traba afecto de compasión hacia todos los afli– gidos. Cierto día en que, contra su costumbre, ya que •era muy ,cortés, había despachado de mala manera a un pobre que le pidió limosna. al punto entró en sí y s•e acusó de vergonzosa descortesía por no haber- ·atendido aquel ruego hecho en nombre de un Rey tan grande. Y tomó la resolución de no negar en adelante a nadie, en cuanto de él dependiera, cualquier ARTICULO$ cosa que le fuera pedida en nombre de Dios. Y fue fiel a este propósito ..." (1 Cel 17; 3 Cp 3). "Se acusó de descortesía". Se vio ruin y villa– no ante sí mismo, despreciable, en el fondo, in~ ferior a aquel hombre. Luego, •recordando que el pobre le había pedido la limosna "por amor de Dios", se sintió descortés para con tal alto Señor. El segundo episodio, también significativo, tuvo lugar en •la prisión de Perusa, que los Tres Com– pañeros refieren a continuación. Había entre los compañeros de infortunio "un caballero altanero, un tipo intratable"; los demás lo orillaron y que– dó solo y amargado. Francisco se le acercó, lo trató con afabilidad y •logró reintegrarlo al grupo haciendo renacer la armonía (3 Cp 4; 2 Cel 4). Esta vez, fue el sufrimiento de la marginación lo que le llevó a descubrir el rostro real de tan– tas existencias humanas. Tomás de Celano atribuye a la larga enferme– dad, ·que aquejó al joven soñador, una parte im– portante en los medios de que Dios se sirvió para "llamar a su conciencia extravi,ada". Desde entonces ''comenzó a cambiar su mundo interior". Convaleciente, quiso vigorizar su espíritu salien– do a contemplar la campiña; pero aqueHas be– llezas naturales, que antes tanto le embebían, habían cambiado de sentido para él; seguían sien– do las mismas, era él quien estaba cambiando (1 Cel 3). Una vez restablecido, se alistó en la expedi– ción militar a la Apulia, ansiando verse armado caballero. El día de •la partida se dio cuenta de que un caballero de la expedición estaba ves– tido pobremente; en un gesto de liberalidad cambió con él sus vestiduras flamantes. A ·la noche siguiente, tuvo el ,sueño que lo persuadió a volver a Asís en espera de lo que Dios dis– pusiera. Las fuentes biográficas ponen de re– lieve la relación •entre la caridad usada con el caballero y ese sueño que tanta importancia tu– vo en el viraje de su vida. "Su corazón estaba ya cambiado. Su úni·co anhelo era conformarse al querer divino" (3 Cp 6; 2 Cel 5). Vuelto a Asís, experimentó profundo hastío de las diversiones juveniles, en tanto que crecía en su corazón el interés por ,los pobres. Gozaba sentándose a la mesa rodeado de ellos; daba limosnas más frecuentes y cuantiosas y, si no te– nía a mano dinero, se privaba del sombrero o del cinturón, y aun de la camisa. con tal de no dejar irse al indigente •sin nada. En ausencia de Pedro Bernardone, hací-a preparar a su madre Pica, la mesa completa en beneficio de los po– bres. No se contentaba con socorrer,los: "·le gus– taba verles y oírles" (3 Cp 8s). 69

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