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ARTICÚLOS de san Pablo, que trató de convencerle que adop– tase el estilo de vida d~ alguna de las Ordenes existentes, sin andar introduciendo nuevas for– mas (1 Cel 33; 2 Cel 16; 3 Op 48), y aun ante el Papa lnocencio lll, que abrigaba sus temores sobre aquel.la aventura de pobreza radical (3 Cp 49). Más tarde, habrá de hacer valer todavía su carisma de fundador frente al cardenal Hugolino, que amaba y veneraba a Francisco, pero no aca– baba de comprenderlo en aquel modo suyo de concebir la fraternidad de menores, peregrinos y sencillos, lanzados a los caminos del mundo sin medios seguros de vida, sin cartas de reco– mendación, sin el prestigio de una Orden bi·en organizada, docta e influyente .(cfr. LP 61, 82; 3 Cp 66; 2 Cel 58, 148; Test 25); y lo hizo valer ante Honorio 111, en el momento de hacer apro– bar ,la Regla definitiva. Ciertamente, no resulta fácil armonizar esa adhesión al contenido fundamental de la propia vocación, visto con tanta claridad, con la actitud dócil ante ,la autoridad, lo mismo cuando se tra– ta de la autoridad doctrinal de -los doctos -¡có– mo reverenciaba Francisco a los teólogos!- que cuando se intel'pone la autoridad jerárquica. Fue su misma docilidad al Espíritu y su minoridad sin– cera _,pobreza interior- la que libró a Francisco de la posibilidad, siquiera remota, de un choque con las estructuras eclesiásticas. Y supo infundir el mismo espíritu en santa Clara. En su "última voluntad" para ·las damas pobres, les conjuraba que no se alejaran de la vida de pobreza "por enseñanza o consejo de na– die" (Regla de santa Olara, 6). La "plantita de san Francisco" hubo de poner en juego toda la deli– cadeza femenina para resistir la presión insis– tente de los prudentes, entre ellos aun prelados y e·l mismo Papa Gregorio IX (Proc. de canoni– zación, 1, 13; 11, 22; 111, 14; Cel., Leyenda de san– ta Clara, 14). Ella misma escribía a la beata Inés de Praga: "Si alguien te dice o te sugier·e otros caminos contrarios a tu vocación, con todos los respetos, no sigas su consejo, sino más bien, afé– rrate, virgen pobreciHa, al Cristo pobre" (Carta 11, 17) 1 • 2. ITINERARIO "PENITENCIAL" DE LA VOCACION DE FRANCISCO . En la conciencia retrospectiva de Francisco, la gracia de la vocación ,(.e fue manifestada a tra– vés de la gracia de la conversión. En un momen– to determinado de su vida, Dios hace irrupción produciendo una mutación total: queda atrás un (1) Tan firme debió ser la entereza con que Clara de– fendió el ideal de pobreza total ante Gregorio IX, que más. tarde se extendió entre los "espirituales" la especie de que 68 pasado de "pecados" -no importa cuántos ni cuáles- y da comienzo una nueva vida de "pe– nitencia", en la cual "lo que antes le parecía amargo, se le cambia en dulcedumbre de· alma y de cuerpo" (Test 1-3), y viceversa, según el texto de ·los Tres Compañeros (3 Cp 11). · Pero esta irrupción de la misericordia de Dios se realiza mediante una preparación, que tam– bién fue gracia de Dios: un itinerario gradual de conversión en etapas sucesivas. Primera etapa: Francisco descubre al hombre hermano Dios es siempre el "Invisible". Vive -como en– seña san Francisco, citando un texto de san Pa– blo (1 Tim 6, 16)- en una luz inaccesible; Dios es espíritu, y nadie ha visto jamás a Dios (Ad– mon 1, 5). Dios es una realidad, la gran realidad, que se revela a cada hombre. en ·la medida con que éste se abre con rectitud al misterio de la existencia. Dios se manifiesta al hombre en diá– logo de amor. El hombre que logra escucharle en los signos elocuentes de su presencia y de su acción termina percibiendo experimentalmente esa realidad. Se le descubre profundizando con sencillez, sin aparato, en el sentido de la propia vida, haciendo el silencio en torno a nosotros y en el fondo de nuestro ser; y se le descubre abriéndose al misterio de cada existencia huma– na y al mensaje del Creador en el lenguaje de cada acontecimiento, de cada cosa. Quien ,pretende descubrir la realidad de Dios sin haber descubierto antes la realidad humana se expone a hacer de Dios, o un ídolo o una aHe– nación inerte, o a hacer del culto de Dios una evasión de la tarea del vivir, o puede dar tam– bién en el escepticismo o en un deísmo pan– teísta. El primer paso de Francisco, en su respuesta a la misteriosa interpelación de Dios, fue descu– brir al hombre. Las fuentes biográficas nos lo describen, ya antes de su conversión, cuando aún estaba "en ,los pecados", inclinado hacia los ne– cesitados con una fina sensibilidad cristiana, que a veces revestía la forma de cortesía cabaHeres– ca. Tomás de Celano, tras una descripción, por cierto nada benigna, de la vida alegre del joven Francisco, añade: "Era sumamente cortés, con– descendiente y afable, si bien para su daño" (1 Cel 2), y los Tres Compañeros: "Era de natural gentil en la manera de portarse y de conversar; y guiado de una disposición conscientemente habla sido excomulgada por el Papa. Angel Clareno, Apologla pro vita sua, AFH 39 (1946) 199 s.

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