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¿~ edáJ,, ~ "Z,am4 1)~".,, Fr. Jesús L. Rodríguez G. ofm.cap. mos más cercanos a la gente sencilla. Los que son o aparentan ser ricos, raramente se ven en compañia de gente sencilla, de los pobres. La pobreza exige un modo sobrio de vida en la vivienda, en el vestido, en la comida y en la renuncia a lo superfluo. También hemos de apartarnos de cualquier forma de poder social, político o eclesiásti– co. Y si tenemos bienes más allá de · lo necesario deben darse a los necesitados. No está bien tanta cuenta corriente, tanta previ– sión para gente que afirma creer en la Pro– videncia. Un modo actualizado de ser solidarios con los necesitados es el de dar trabajo a quien no lo tiene, construyendo edificios en beneficio de los desfavorecidos de la socie– dad. Evitaríamos, como se suele decir, gas– tar toda la manteca en bollos. Los edificios en los que vivimos de– ben ser modestos y pobres. Deben ser el habitáculo perfecto de alguien que no está apegado a los mismos. Hemos de pasar por nuestras casas sin echar raíces en ellas, sin convertirnos en reyezuelos de unos espacios. Hay que estar atentos porque ten– demos a instalarnos, a apropiarnos de luga– res, a idolatrizarlos tanto que nos parece que no pudiéramos vivir ya en otro sitio. Si somos felices es porque llevamos la felicidad dentro de nosotros mismos. Me atre– vería a decir que quien no es feliz ahora no lo va a ser, quizás, nunca. Nuestra felicidad no consiste en tener cosas, ni en comer manjares, ni en poner la calefacción al máximo cuando el frío nos invade, tampoco en no sentir ningún tipo de carencias. La felicidad, como lo he dicho, es algo que se lleva dentro de cada persona. Más aún, la felicidad consiste en dar y darse, no en recibir. Si reflexiona- ■ ESPIRITUALIDAD Y FORMACION CUADERNOS FRANCISCANOS OCTUBRE/DICIEMBRE 1996 Nº 116 mos más en profundidad, nos daremos cuenta de que para ser felices se necesitan pocas cosas y cuanto menos mejor. Si hacemos depender nuestra fe– licidad en el tener cosas, es que he– mos caído en manos del consumismo más despersonalizante. Tener como ideal a la Dama Pobreza es estar conscientes de que nos van a faltar cosas, pero ello no nos va a significar que seamos desdichados. Tener como ideal a la Dama Pobreza es estar conscientes de que vamos a sentirnos pobres, pero eso no va a alterar nuestro ánimo. CONCLUSIONES En un mundo de tanta palabra, me can– sa hablar tanto, escribir tanto. Estimo que quizás esto no sirva para nada. No obstante concluyo: Una vida sobria y sencilla es opuesta a

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