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ESPIRITUALIDAD Y FORMACION 'D6'ede eaáa, ~ "Z,am4 'P~"... CUADERNOS FRANCISCANOS OCTUBRE/DICIEMBRE 1996 N' 116 Fr. Jesús L. Rodríguez G. ofm.cap. ¿Dónde estás, querida "Dama Pobreza", que no te veo? l. PRESENTACION Me llamo Jesús Lucas Rodríguez, soy un fraile de la Provincia Capuchina de Castilla. Actualmente sirvo -y con mucho agrado- como guardián y maestro de postulantes en la Fraternidad de León. Soy, además profeta. Sí; has leído bien: ¡soy profeta! ¿De qué te extrañas? ¿Acaso no sabes que lo profético es un componente esencial de nuestra vida religiosa? Lo que sucede es que no solemos ejercer de profe– tas, porque este oficio nos trae muchas complicaciones en la vida. Habiéndome presentado, deseo propo– nerte que juntos busquemos a la "DAMA POBREZA". Sabes bien quién era esta dama para Francisco, el cual de acuerdo con el espíritu caballeresco de su tiempo, la llamó su "Dama", dedicando su vida entera a servirla con un amor apasionado. Te invito a que juntos busquemos -a nuestra Dama Pobreza- en nuestra vida franciscana, especialmente en nuestra' vida fraterna y comunitaria. Por favor, tú vete por un lado, que yo iré por el otro, estoy seguro que la encontraremos ... por allí, en algún lugar olvidado. 2.- SAN FRANCISCO SI QUE LA AMABA Francisco amaba a la Dama Pobreza ¡Y ■ mucho! Recordemos que Francisco fue siem– pre un enamorado. Los calumniadores decían que estaba loco ... y no les faltaba razón ... : ¡Estaba locamente enamorado de Dios! Jesús de Nazaret fue su modelo. Cristo pobre y crucificado fue su amor. Como Francisco era noble, fiel y bueno nunca quiso traicionar a Jesús. Quiso ser pobre con todas sus consecuencias, simplemente, porque el Señor había vivido pobre. El mismo Altísimo así se lo había inspirado y ¡nadie le quitaría esa idea de la cabeza! Francisco, no sólo defendió para sí el vivir la pobreza, sino que con su ejemplo quiso llevar adelante este ideal carismático en la familia que Dios le había dado y que le seguía: la Familia Franciscana. Si nos fijamos en las fuentes franciscanas veremos que Francisco quiso vivir de modo radical la pobreza (Cfr. IR 4,6). Enseñó a sus seguidores que en esta vida debían vivir como peregrinos (IR 9,5). Que debían ser pobres en su vida apostólica (lCel 22). Insistía, en fin, en que nadie debía apro– piarse de nada. Pero aún hay más: el pobre Francisco quería ser como los demás pobres, vivir como ellos. Quería, en su vida, identificarse con ellos. Quería estar cerca de ellos. No los olvidaba porque los quería y le recordaban a Cristo pobre y a su madre. Francisco les hablaba a los pobres desde la altura de la humildad (una altura a la cual todos pueden

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