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Y una vida con Dios que desvela los más íntimos resortes del anhelo es por necesidad liberadora: abre espacios nuevos de libertad, y hace posible una verdadera reconciliación con uno mismo y con los demás; y es el único camino real para una realización en el amor. Desde el reconocimiento de la propia indigencia, o lo que san Francisco calificaba tan certeramente como "necesidad-pobreza", la mía y la de los demás, el director de los EED motiva fuertemente a los participantes a ponerse en camino, a "salir" hacia lo desconocido, la tierra sin fronteras; o a una conversión a una fe que no es fruto de la razón, como tampoco de un denodado ejercicio de la voluntad, sino un supremo acto de confianza en el llamado misterioso a saltar al vacío, retorciéndole el cuello al instinto de seguridad. Desde ahí se abre el camino hacia una "vida con Dios" y una espiritualidad verdaderamente liberadora. Y, entonces, la manera de relacionarse con Dios y "estar con Dios" ya deja de ser un problema de tales o cuáles mediaciones, y entre ellas, un problema de formas de oración, porque todo es oración. ORACIÓN Y VIDA Hemos aludido anteriormente a ese instinto de lo divino, esa nostalgia o "memoria" de Dios, que integra la propia memoria individual y colectiva del hombre, pero que podría ser también mediatizada y oscurecida por una religiosidad formalista ~ \J • • • ESPIRITUALIDAD Y FORMACJON y autosuficiente, o una espiritualidad intimista y descomprometida. En último término, se trata siempre de un problema de experiencia de fe y de equilibrio entre la vida con Dios y el compromiso con los hombres, entre determinadas expresiones religiosas y la experiencia de encuentro y solidaridad con los otros. Una existencia cristiana volcada a la interioridad sin una referencia explícita a los otros acabará necesariamente traduciéndose en alguna forma de alienación, puesto que "el hombre es esencialmente encuentro" (Martín Buber), y la fe sólo "se hace activa por el amor" (Gál 5,6). Así como una vida cristiana y religiosa volcada a la exterioridad, la funcionalidad y la eficacia que no lleve la marca del Espíritu acabará devorándose a sí misma en una actividad estéril e igualmente alienante. Esta ha sido una de las manifestaciones de la "crisis de trascendencia" característica de los primeros años de la etapa postconciliar, que los EED se propusieron enfrentar enfatizando la "vida con Dios" y la "vida de oración", como fruto de una expenencia de fe y del amor gratuito del Padre. Si la acentuación estaba puesta fuertemente entonces en la "vida con Dios", tal vez esa insistencia no esté hoy fuera de lugar teniendo en cuenta las crecientes exigencias de un compromiso con los pobres y desheredados de este mundo, y de una lucha por la justicia y la paz que deben ser
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