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El director de los EED sorprende a sus oyentes diciéndoles: "No hay nada más pernicioso para la vida espiritual que empeñarse en ser santo"; al mismo tiempo que les previene contra la ilusión de los resultados inmediatos, incluso de los buenos resultados. Porque la experiencia de Dios se da en la existencia concreta y relativa, en la inmediatez de los cotidiano, como una praxis reiterada de reconocimiento y aceptación del don de Dios, que está sometida, como toda experiencia humana de encuentro, a las leyes de la precariedad y la provisoriedad; y porque Dios, el Dios experimentado, también es provisorio: "Lo que entendemos de Dios dista infinito de Dios mismo" (san Juan de Cruz). Aceptarse a sí mismo en la verdad y la libertad, reconciliarse consigo mismo, no sólo es el punto de partida indispensable para una experiencia liberadora de Dios, sino también para el reconocimiento de los otros; es una experiencia de fe que se va transformando en una experiencia de amor, de encuentro y comunión con el Otro y con los otros relativos, que remite a la propia gratuidad de Dios: "Si Dios nos ha amado primero, debemos amarnos unos a otros" (Un 4, 11). El amor del prójimo, y especialmente al más necesitado, se convierte así en la mediación privilegiada para el encuentro con Dios, "porque quien ama a su prójimo, ya ha cumplido la ley" (Rom 13, 8). Es la propia experiencia de Dios de Jesucristo, tan entrañado y avecindado en lo humano que su propia experiencia de e • • • ESPIRITUALIDAD Y FORMACION Dios está sujeta a las leyes del crecimiento humano y sus más dramáticas alternativas. Dios autocomunicado, acercado al hombre desde su lejanía, su esencial "soledad", que "por libre gracia de la libre comunicación de sí mismo, ha querido venir a ser el centro más íntimo de nuestra existencia" (Karl Rahner, Curso fundamental sobre la fe, Barcelona, 1979, p. 29). Así es como nuestra gana de "ver" a Dios, de conocerlo y experimentarlo, lo encuentra hecho camino, verdad y vida en Jesucristo, que encarna y concretiza el misterio del Dios distante y "altísimo". Y a quien buscábamos a tientas, y "contemplábanos espiritualmente creyendo que Él era Dios, lo vemos ahora en carne y sangre, vivo y verdadero" (san Francisco de Asís, Adm. 1). En los EED Jesucristo está presente desde el primer día como introducido de la mano de María, propuesta como modelo de fe y de acogida a la palabra de Dios; y los contenidos doctrinales de los "Encuentros" tienen siempre su lugar de referencia en las actitudes y el espíritu de Jesucristo, como se puede ver en el esquema con que iniciamos este apartado. El hombre religioso del Antiguo Testa– mento se veía obligado constantemente a revisar sus relaciones con Dios desde su palabra y su voluntad manifestada a través de los profetas, para no reducir su religiosidad a un culto y un legalismo estériles y desentendidos de la realidad y de la historia, y para no caer en la tentación de la idolatría.

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