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expresiones de la espiri-tualidad católica. Y, por el momento en que se produjo, no dudamos en calificar esa acentuación como profética. Toda auténtica experiencia de Dios remite necesariamente a la totalidad de la persona, inteligencia y voluntad, imaginación e intuición, y a su circunstancia o entorno vital; siendo un conocimiento que surge desde el interior, no es subjetivo, y tiende hacia una realidad exterior al mismo sujeto. Y, supuesto el don de Dios, su motor es el deseo, que, de acuerdo con los más firmes postulados de la psicología profunda, es la palanca de toda actividad humana y de todo intento de progreso y superación personal y colectivo. Justamente -y, en parte, debido a que Ignacio Larrañaga ha sido siempre un asiduo lector de los grandes maestros del psicoanálisis- el propósito de los EED es, desde el primer día, despertar (palabra que recurre constantemente en sus escritos y en su predicación) ese potencial o esa fuerza avasalladora.del anhelo latente en el espíritu humano, frecuentemente oscurecida e incluso atrofiada por la rutina, el formalismo y el activismo; esa "gana" de Dios que expresa de una manera insuperable el salmo 63 (62) con cuya meditación se inician los "Encuentros", y que surge precisamente de la experiencia de su ausencia (la "tierra reseca, agrietada, sin agua"), experiencia singular de desolación, especialmente en los hombres y mujeres consagrados. • t11 • • ESPIRITUALIDAD Y FORMACION El director de los EED tipifica esta situación como una enfermedad del espíritu, la "atrofia espiritual": la de los "atrofiados satisfechos", que encuentran fáciles caminos de autojustificación y compensación, porque el deseo y el anhelo tienen como punto de partida la insatisfacción de sí mismo; y el de los "atrofiados insatifechos" que, en la medida de la conciencia de su propia indigencia, se encuentran bien dispuestos para aceptar el riesgo y desafío de la fe, y para ponerse en camino hacia el encuentro con el Dios vivo y verdadero. Sabido es que, en los últimos decenios, el tema de la ausencia de Dios ha estado muy presente en la literatura, especialmente en la etapa de postguerra; y en algunos novelistas católicos, como Georges Bernanos, Graham Green, Julien Green y otros, el tratamiento de esa problemática daba lugar a una especie de tesis: Dios descubierto desde la experiencia de su ausencia. Este fenómeno parece extenderse cada vez más, hasta el punto de caracterizar a nuestro tiempo y a nuestra cultura. Tal vez estemos atravesando una verdadera "noche oscura" en la que Dios esconde su Rostro, como en los tiempos bíblicos, en una especie de "actitud provocadora". De hecho, la aguda conciencia de la ausencia de Dios ha llevado a muchas personas, y entre ellas sacerdotes y religiosos, a una conciencia más clara de su necesidad e inevitabilidad, y a una nueva búsqueda de sentido para su vida.

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