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Fr. Camilo Luquín, ofm.cap. si los elementos esenciales de la doctrina o el mensaje de Ignacio Larrañaga, que es más vital que doctrinal, y por lo mismo difícilmente reductible a una síntesis conceptual. Los temas "doctrinales", cuya presenta– ción tienen por parte del director de los "Encuentros" un fuerte tono testimonial y profético, están adecuadamente articulados con los "tiempos fuertes" de oración y con la práctica de diversos ejercicios de auto control y distintas modalidades de plegaria, así como de una amplia y muy personal exégesis espiritual de la palabra de Dios, y especialmente de los Profetas, los Salmos y el Nuevo Testamento. Todo encaminado a introducir a los participantes en una intensa experiencia de Dios. Este es, por lo demás, el objetivo de todo retiro espiritual, pero tal vez no. sea demasiado aventurado afirmar que ningún otro se lo propone de una manera tan explícita y orgánica, y, posiblemente, con resultados más eficaces. Experimentar, comprobar, hacer verdad en la propia vida la fe creída y proclamada es ·lo que constituye la dominante de los EED y lo que les comunica esa atmósfera peculiar. "Experiencia" es un concepto recuperado, en cierto sentido, por la espiritualidad cristiana a partir, sobre todo, del Concilio Vaticano II, y que no resulta fácil de definir porque pertenece justamente más al campo de lo intuitivo que de lo deductivo y reflexivo. En un sentido genérico, la experiencia integra el desarrollo de la actividad humana en ejercicio; y en un sentido filosófico, se trata de una forma directa e inmediata de percepción de la realidad, que integra a su vez el proceso cognoscitivo. En referencia a lo religioso se distingue del conocimiento especulativo y abstracto, al que, sin embargo, completa y enriquece, como lo afirma san Buenaventura: "El conocimiento experimental de la divina suavidad amplía el conocimiento especulativo de la divina verdad". Importa tener en cuenta estas precisiones para no absolutizar la experiencia "directa" de Dios, tan fuertemente marcada por algunos movimientos y grupos de reforma en boga, y para no caer en una religiosidad intimista y sin una referencia explícita a la experiencia radical del Dios de Jesucristo. Sin embargo, la acentuación actual de una experiencia religiosa personal y "tangible" encontraría su justificación en la preponderancia de la razón como fuente de conocimiento, en la enseñanza, en la doctrina de la Iglesia, en el formalismo y el ritualismo de la religiosidad tradicional católica, no precisamente en la de los grandes místicos y buscadores de Dios sino en las mejores expresiones de la religiosidad popular. La desconfianza del director de los EED, a veces no suficientemente matizada, hacia el lenguaje y el discurso teológico, que compartía con uno de sus autores preferidos, Soren Kierkegaard, o hacia una racionalización de la fe en desmedro del conocimiento intuitivo y la experiencia personal, estaba también justificada por esa falta de equilibrio visible en determinadas CUADERNOS FRANCISCANOS I JULIO/SEPTIEMBRE 2006 • Nº 155 •• (1 il
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