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Fr. Camilo Luquín, ofm.cap. del "yo" (puede verse al respecto su libro Del sufrimiento a la paz), y reconciliarse consigo mismo, como condición indis– pensable para un verdadero encuentro con Dios y con los otros. Sólo es posible reconocer al Dios que libera, al Dios vivo y gratuito de la Biblia, desde una clara conciencia de los propios límites, más allá de nuestras falsas seguridades, nuestros sueños y nuestras proyecciones narcisistas. Este reconocimiento de la verdad de nosotros mismos es el único punto de partida para reconocer a Dios y "adorarlo en espíritu y en verdad", y, por consiguiente, el único camino para una oración verdadera. En el origen de una oración insolidaria y desentendida del mundo y de la historia están todas nuestras alienaciones, las nuestras propias y las de la comunidad o el grupo al que pertenecemos, sin excluir a la Iglesia, y que revelan una falta de conciencia t:rítica y de verdadera libertad evangélica, y por consiguiente, de una fe adulta. El mundo es cada vez más ancho y ajeno para nosotros, cristianos y religiosos, pero sólo desde nuestra propia lejanía y extrañeza; y se hace inmediato y próximo, no z.similándonos a él, sino asumiéndolo en libertad, desde una actitud contemplativa y una oración que hagan posible un compromiso sin escisiones ni dicotomías. Cuando vemos hasta qué punto contradice y niega el espíritu de Jesucristo un mundo cada vez más dominado por los demonios del consumismo, el lucro y la opresión de los débiles, ¿qué sentido podría tener una oración desentendida de esa realidad? Como, por otro lado, ¿qué sentido podría tener para nosotros, cristianos y religiosos, un compromiso con el mundo que no le aporte sino soluciones políticas? Hoy más que nunca los profesionales del Evangelio están llamados a vivir una profunda coherencia entre oración y vida, contemplación y compromiso con los hombres. "¿No ha llegado ya la hora de decir a este mundo que el estilo nuestro es un estilo diferente, el estilo que procede de la plegarja y se expresa no sólo en el compromiso, sino, además, en la contemplación?" (José M. Castillo, La alternativa cristiana, Salamanca, 1980, p. 225). CUADERNOS FRANCISCANOS I JULIO/SEPTIEMBRE 2006 • N• 155 • ilf¡

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