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NOTICIAS Y TESTIMONIOS Hno. Camilo Luquin, ofmcap. CUADERNOS FRANCISCANOS JULIO/SEPTIEMBRE 1998 N9 123 LA ROSA YEL FUEGO El P. Ignacio Larrañaga, capuchi– no español afincado en Chile desde su juventud, ha desa– rrollado una amplia actividad apostólica en casi todos los países de América Latina y en Europa durante más de treinta años, espe– cialmente a través de sus "Encuentros de Experiencia de Dios", de sus ya numerosos libros y grabaciones de audio, y últimamente también de algunos Videos. Su más reciente libro, publicado por distintas Editoriales en los primeros meses de este año se titula LA ROSA Y EL FUEGO, título inspirado en unos versos de T.S. Eliot: "Todo se arreglará/y cualquier clase de cosa saldrá bien/cuando las lenguas de llama se incluyan/en el mundo de fuego coronado/y la rosa y el fuego sean uno". Se trata de la escuela, pero densa y entusiasta (Dios-adentro) memoria de su recorrido espiritual, los "lances habidos en mi historia personal con Dios". Si bien este libro de Ignacio Larrañaga refleja la inmediatez de la cotidianidad, año tras año a lo largo de su vida, sin embargo, no se trata de una autobiografía, no obstante que aporta numerosos datos de carácter autobiográfico, a no ser en el sentido en que lo es el "Libro de mi Vida" de Santa Teresa de Jesús, cuyos protagonistas no son 11 los autores, en uno y otro caso, sino Dios mismo. Así, en LA ROSA Y EL FUEGO, Dios, o diríamos mejor "el Padre" se va desve– lando paso a paso en el entramado del transcurso de una vida sin demasiado relieve en sus comienzos, hasta invadir el escenario de tal manera que el lector va de asombro, en asombro y no será de extrañar que muchos lectores lean este libro del principio al fin sin respiro. Los momentos culminantes de esa progresiva "revelación del Padre" que este libro explicita están descritos con absoluta espontaneidad y frescura, sin el más mínimo atisbo de afectación o efectismo; y tal vez por eso -puesto que se trata de alguien que "ha visto y oído"- con una gran capacidad de comunicación, y con una calidez y calidad de estilo dignos de las singulares experiencias, llamadas "gracias infusas", que el autor relata. Quienes conozcan el mensaje de Ignacio Larrañaga, expresado uno tras otro en todos sus libros o transmitido verbalmente a través de su predicación, encontrarán en este libro el principio y fundamento de toda su doctrina, la raíz y la razón de su propio lenguaje simbólico, como de sus recu– rrencias y sus insistencias, su constancia y fidelidad en la búsqueda del misterio del Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, primero sospechado y entrevisto, y luego casi tocado con las manos. De ahí también la centralidad de Jesucristo en la experiencia de Dios de
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