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de Santiago de Chile. Aquel comité nombrado en la semana de convivencia dej6 de ser un equipo de trabajo para transformarse en una fraternidad. y en esto estuvo la novedad del Secretariado Nacional del Cefepal– Chile. No fue ante todo un equipo para proyectar y hacer algo; fue también y sobre todo una fraternidad integrada por los hermanos capuchinos y obser– vantes, viviendo bajo un mismo techo, como una familia. Jurídicamente cada hermano es dependiente de sus correspondientes ministros provincia– les. Pero en cuanto a la tarea específica, la fraternidad se gobierna dentro de un gobierno aut6nomo. CAMINANDO ENTRE DIFICULTADES Los primeros messs fueron agitados y se trabaj6 incansablemente. Los hermanos se repartieron los cargos y las cargas. Se redactaron los nuevos estatutos. Hubo que elaborarlo primero y cumplirlo después todo un apre– tado y complejo cronograma para el año 1966. Si todos los comienzos son difíciles, sobre aquellos comienzos se acu– mul6 una pesada carga de incomprensiones. Las Constituciones de aquellos tiempos no contemplaban el caso de una fraternidad formada por hermanos de varias Obediencias. La experiencia era una novedad nunca vista. Como era de esperar cay6 la sombra del rumor sobre la incipiente experiencia. La reserva de algunos hermanos nos acompañó por un trecho largo del camino. Sentimos el aguij6n de la crítica ciega. Por aquellos días los her– manos del Cefepal tuvieron que desplegar un coraje y generosidad muy es– peciales para aceptar el no ser aceptados por todos. Y ciertamenb madu– raron mucho. Eran otros tiempos, es cierto. Aún existía estrechez mental. Todavía no había la flexibilidad que hemos conocido después. Quizás también no– sotros descuidamos la letra y tan s6lo nos preocupamos del espíritu. Pensá– bamos: tenemos un único padre san Francisco, una misma y sola Regla, una misma herencia espiritual que compartir y repartir. ¿Qué nos impedía vivir juntos? Por aqu- llos días, por otra parte, el Capítulo General había entregado la "Carta a la Familia" dentro de un espíritu ecuménico. Nuestras respectivas Curias de Roma, de quienes habíamos solicitado aprobación y bendición, se mantuvieron en absoluto silencio por largos tiempos. Daba la impresi6n de que ambas Curias se observaban, esperando a ver quién daba el primer paso. ¿Qué significaba este silencio? ¿Duda? ¿Desaprobaci6n? ¿Esperar para ver? Nunca lo supimos claramente, hasta hoy. Era evidente, de todas formas, que se nos miraba con reservas. En– tonces tomamos conciencia de que nos habíamos lanzado a una aventura bastante audaz. Durante este prolongado silencio d9· las Curias de Roma, hubo hechos que mantuvieron alto nuestro ánimo. En primer lugar el apoyo y entu– siasmo de los provinciales bajo cuya autorizaci6n se habían dado los prin– cipales pasos. Por ese tiempo recibimos una carta de Kajetan ESSER en la que, entre otras cosas, nos decía: "Ojalá la acción común del Celepal... nos ofrezca a nosotros, miembros de la misma familia, la posibilidad de salir de un impase, y allanar el camino a la Iglesia de mañana; nos ofrezca la posibilidad de desembarazarnos de tradiciones superfluas a fin de dar ,al mundo, en verdad y de hecho, lo que más necesita: el testimonio de una fraternidad desinteresada, tal como lo exige el Evangelio". -9-
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