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Otro tanto podríamos decir respecto de los cursos, jornadas y encuentros. Pero En cuanto éstos se repitieron año tras año, también nuestros encuen– tros perdieron novedad y, de consiguiente, atractivo. La historia avanza entre oscilaciones pendulares. De pronto estamos en un momento de re– pliegue, luego viene otro movimiento de despliegue. La vida es así: move– diza, imprevisible, desconcertante a veces. Existe otra realidad, que no sé si podríamos aplicar a nuestros caso: en la Historia de la Salvación todo es provisorio; un movimiento concreto puede ha– cer un bien enorme en un momento y lugar determinados, como lo hizo por ejemplo en su tiempo el movimiento por un mundo mejor, Si el movimiento pierde actualidad y altura no significa que el mov:.miento fracasó. Significa simplemente que ya cumplió su razón de ser. Ya dió un impulso de cre– cimiento al Reino. Dios va enviando esos impulses, uno tras otro. ¿No se podrá aplicar esto mismo a los encuentros organizctdos por el Cefepal? De cualquier forma anotamos esta deficiencia. 2) El segundo punto negativo se refiere a la extensión y creación de los nuevos secretariados del Cefepal en otros países. De hecho hubo tres intentos y tres fracasos por diversas circunstancias y diferentes causas. La historia fue la siguiente: Hemos dicho arriba que la meta ideal del Cefepal es que funcione en cada país latinoamericano un secretariado y que todos los secretariados trabajen en un conjunto interdependiente conformando todos ellos un solo Cefepal. En el año 1966, uno de nuestros hermanos organizó y dirigió en Lima una semana de convivencia franciscana con la intención final de crear allí un nuevo secretariado. Asistieron numerosos representantes de las diversas provincias. Asistieron también los ministros provinciales. La semana tuvo una respuesta entusiasta y los ministros aprobaron la fundación del Secre– tariado Nacional del Cefepal-Perú. A los pocos meses, el organismo no funcionaba. ¿Qué pasó? Se habían nombrado varios hermanos para integrar el insttuto, es verdad. Pero no los liberaron. No los instalaron en una casa independiente. Estos hermanos continuaron cada cual en la tarea apostólica que ejercía hasta ese mo– mento. Podríamos decir que el secretariado no nació de las bases. Total, a los pocos meses de su fundación, el Secretariado Nacional del Cefepal– Perú solamente existía en el papel. El mismísimo caso se repitió en la Argentina en el año 1968. En septiembre de 1969 otro de nuestros hermanos organizaba en Madrid una semana de convivencia con la intención de crear un Centro Franciscano para España con ligaduras con otros organismos congéneres en América Latina. Se cursó la invitación a todos los ministros provinciales de las tres Obediencias. La semana foe, en sí misma, excelente. Pero llegados al punto crucial, en el sentido de que la semana aterrizara en la fundación del Centro Franciscano para España, las esperanzas que- - 14 -

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