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Ciertas impresiones críticas nos han llegado esporádicamente, y las vamos a tener en consideración al hacer aquí nuestra autocrítica. No nos corresponde a nosotros, nos parec,3 1 marcar el acento sobre los puntos positivos. Estos son suficientemente conocidos de la familia francis– cana a quien servimos, a la cual llega en diferentes grados nuestro servicio. Acaso ssría conveniente subrayar ciertos aspecto que, o no son sufi– cientemente conocidos, o, debido a su propia naturaleza, nuestros lectores no los pueden sopesar suficientemente. Nuestra revista (CUADERNOS) acaba de completar ocho años, entregando treinta y dos números. El equipo ha tenido que desplegar una generosidad fuera de serie, imposible de pon– derar por nuestros lectores, para entregar año tras año, sin tregua, treinta y dos números. Es un compromiso serio que sólo con paciencia benedictina y una tenaz constancia hemos podido darle cima. Lo mismo podríamos decir de la colección Luz de Asís así como tam– bién de los cientos de cursos, encuentros, retiros y semanas de convivencia a lo largo y ancho del continente. Esos compromisos nos han obligado a vivir en alta tensión. Hay facetas que son difíciles de ser evaluadas e imposible de ser contabilizadas en un balance y que, sin embargo, constituyen los puntos más altos y positivos. Nos referimos a nuestro constante esfuerzo por vivir hacia dentro y crecer en los valores de fraternidad. Comenzando todos los días, aceptándonos tal como somos, superando las divergencias tempera– mentales, creciendo día a día en la acogida, en la comunicación, estímulo... hemos recorrido un hermoso, largo y dificultoso camino. Es preciso también señalar en esa vivencia "ad intra", nu:'stro creci– miento incesante, aunque dificultoso también, en la experiencia de Dios para entregar a los hermanos aqudlo que hemos "visto y oído". Entrando en el terreno de la autocrítica, quisiéramos analizar algunos puntos negativos, en vistas de nuestro mismo proceso de crecimiento e::n la madurez. l) A partir del cuarto año hubo descuido de parte de nosotros, en la atención a la familia franciscana de Chile. Es cierto que atendimos, siempre que nos fue posible, las solicitudes de las diferentes congregaciones. Pero ciertamente perdimos el dinamismo de los primeros años y dejamos de promover iniciativas. Reflexionando -no justificando- sobre ese descuido, tenemos que ser realistas y tener presentes las típicas reacciones de la psicología humana colectiva. Toda novedad impacta Cll principio justamente por ser novedad. En cuanto la novedad se repite, deja de ser novedad y pierde atractivo. Luego de haber participado los hermanos por muchos años en retiros de estilo monótono y rutinario, nuestros encuentros de convivencia con temario diferente y con dinámica de participación resultaron atrayentes. -· 13 -

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