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Cardenal Seán Patrick O’Malley Salmanticensis 71-1 (2024) 167-182, ISSN: 0036-3537 EISSN: 2660-955X 172 La tercera imagen que Francisco ha utilizado de múltiples maneras para des- cribir la postura pastoral de la Iglesia es la idea de “acompañamiento”. La imagen aquí es de una Iglesia que puede escuchar además de enseñar, una Iglesia que sostiene, fortalece y apoya a las personas y comunidades en su búsqueda de al- canzar metas específicas y realizar su potencial en la vida. En conjunto, estas tres imágenes son relevantes en cada una de las tres di- mensiones de la inmigración: local, nacional y global. En cada nivel hay un hos- pital de campaña que mira hacia las periferias de la vida y está listo para acom- pañar a quienes caminan hacia un futuro más prometedor. Ninguna persona o agencia en la Iglesia puede cumplir todas las funciones, pero el alcance global de la comunidad católica y su estructura vertical, que atraviesa los niveles local, na- cional y global, ofrece un potencial que pocas entidades pueden igualar. Ahora desearía conectar estos comentarios esquemáticos sobre las ideas del Papa Francisco con una revisión más completa de lo que él ha llamado la Iglesia a ser por lo que respecta a abordar los temas de la migración y la inmigración. Si bien las tres imágenes que acabamos de usar son del Papa Francisco, su eclesiología más amplia se basa en la “Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno” del Vaticano II ( Gaudium et Spes ). Este texto conciliar buscaba ubicar a la Iglesia directamente en el contexto histórico de un mundo cada vez más interdependiente, unido por la tecnología, la economía y la política, pero que también abarcaba vastas diferencias en gobierno, bienestar material y oportuni- dades. El Papa Francisco ha situado la migración y la inmigración en este entorno histórico y eclesial más amplio. En primer lugar, la creciente importancia de la migración en sus palabras tomó forma con anterioridad a que fuera identificada por la mayoría de los analis- tas de la política mundial. Al abordar la realidad en 2014, lo hizo como un desafío emergente que otros solamente respaldaron mucho más tarde. En segundo lugar, Francisco se ha negado a describir la migración en términos negativos: si bien ha reconocido la complejidad del hecho migratorio, en repetidas ocasiones la ha des- crito como una oportunidad, tanto para la Iglesia como para el mundo, de construir estructuras de cooperación y crear lo que continuamente llama cultura del en- cuentro. La oportunidad que plantea la migración solo puede entenderse si se comprende su realidad humana. Tal y como afirmó Francisco en su posición esen- cial en 2014: “Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la hu- manidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a
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