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Cardenal Seán Patrick O’Malley Salmanticensis 71-1 (2024) 167-182, ISSN: 0036-3537 EISSN: 2660-955X 182 persona humana. Utilizando la lógica de la tradición social católica, ilustró cómo la “dignidad trascendente” de la persona es el fundamento de los derechos huma- nos que cada persona posee. Luego prometió a los Estados de Europa que la Igle- sia seguirá ofreciendo sus enseñanzas e instituciones al trabajo de los gobiernos y la sociedad civil. En este contexto recurrió a las políticas migratorias. Aquí planteó dos puntos complementarios. Primero, con el lenguaje dramático que a veces emplea, dijo: “¡No podemos permitir que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio! Los barcos que desembarcan diariamente en las costas de Europa están llenos de hombres y mujeres que necesitan aceptación y ayuda”. En segundo lugar, sabiamente habló de la siguiente manera al público europeo, que al igual que el público estadounidense, teme verse abrumado por la migración global: “Europa podrá enfrentar los problemas asociados con la inmigración solo si es capaz de afirmar claramente su propia identidad cultural y promulgar legis- lación adecuada para proteger los derechos de los ciudadanos europeos y garan- tizar la aceptación de los inmigrantes”. Siguiendo al Santo Padre, tanto en mi propio país como en el privilegio de dirigirme a esta audiencia europea, deseo hacer hincapié en la necesidad de abor- dar la migración global con un espíritu de esperanza, no de miedo, como una opor- tunidad, no como una amenaza. La esperanza puede motivar y generar un espíritu de creatividad en nuestras leyes y políticas que brindará estabilidad a nuestras sociedades y nos permitirá a todos dar la bienvenida a los extraños como nuestra fe nos pide. Como se señaló anteriormente, la recomendación general del Papa Francisco es los estados de acogida colaboren en la “gestión” del flujo de inmigración. Ha- blando con espíritu transatlántico, la directriz debería darnos confianza. Los estadounidenses y los europeos saben trabajar juntos; lo hemos hecho du- rante el último siglo en cuestiones de seguridad, cuestiones económicas y cues- tiones culturales. Podemos volver a hacerlo cuando las vidas de otros están en juego. Esta es la base de mi esperanza. No es utópico sino realista.
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