BCCCAP00000000000000000001682

209 acercarnos para escudriñar los emotivos filones de agonía cristiana que contienen. Dos de ellas serán tema de nuestra reflexión. Las dos han sido estudiadas por Unamuno y nos interesa sobremanera conocer lo que opinaba sobre las mismas. Este conocimien– to nos introducirá en su más íntimo pensar sobre el Cristianismo. 1) Veta «estilo Pascal» Reiteradamente Unamuno recuerda un pasaje evangélico, lleno de calidad humana y de intranquilidad divina. Rezuma calidad humana el buen padre que se acerca a Je– sús con su hijo enfermo, para pedirle que se lo cure. La eterna petición que brota inex– tinguible de la entraña paterna. Jesús accede al deseo del padre. Pero le advierte: «Si eres capaz de creer, para el que cree todo es posible». Entonces aquel hombre, angus– tiado en su interior, pone en la palma de la mano su conciencia vacilante y dice aJesús: «Creo, Señor, ayuda a mi incredulidad» (Mc.IX,23). Estas palabras del padre, que si– guen a las tan humanas de pedir la cura del hijo, traspiran una divina intranquilidad, pues tienen por objeto la fe a la que aquel hombre quiere asirse con emoción, pero acosado por dilacerante duda. Lo que sucede es que para Unamuno éste no es un caso singular sino un caso típico, que se viene repitiendo a lo largo de los siglos cristianos. Incontables almas han repetido ante Jesús la misma emocionante súplica del buen pa– dre del Evangelio. También M. de Unamuno ha elevado aJesús idéntica súplica. Al hacerla, estaba acorde con las palpitaciones intensas y elevadas de otras almas excepcio– nales. Especialmente las sintió vibrar en Bias Pascal a quien dedica un capítulo de su obra, La agonía del Cristianismo. En el momento central de este capítulo vuelve Unamuno a recordar el pasaje evangé– lico que hemos mentado, para comentar de esta suerte las palabras del padre vacilante en su fe. Esto, sentencia Unamuno, «no es propiamente creer sino querer creer». Con esta sentencia conexiona los conocimientos del corazón de que habla Pascal, los cuales no nos dan la verdad racional objetiva. Y advierte que esto Pascal lo sabía. Y porque lo sabía, renunció llegar a convencerse con la razón, limitándose a quedar persuadido. Para obtener esta persuasión, comenta algo irónico Unamuno, Pascal «se sermoneaba a sí mismo». 10 Sin embargo, pese a que la razón no le daba apoyo, Pascal, según advierte Unamu– no, no se sometía a la duda, a la negación, a la skepsis, pues tenía necesidad del dogma al que se adhería «entonteciéndose». Unamuno recuerda aquí la frase de Pascal por la que éste, con expresión que rezuma escepticismo señala la actitud del creyente ante el misterio: «JI faut s'abétir». Unamuno la traduce: «hay que entontecerse, suicidarse racionalmente». 11 En comunión con Pascal Unamuno renuncia al rationabile obse– quium de San Pablo y deja el encargo de que lo busquen a los jesuítas, a quienes tanto achaca el andar a caza de ratones. Contra ellos, por este motivo y en línea con Pascal, escribe en este capítulo páginas muy duras y hasta manifiestamente injustas, según cree– mos. Pero este debe quedar aquí al margen para percibir en ellas dos modos distintos 10 La agonía del Cristianismo. IX. La fe pascaliana. O. C., VII, p. 347. 11 Op. cit., O. C., VII, p. 350. Texto paralelo en Del sentimiento trágico. VI. En el fondo del abismo. O. C.. VII, pp. 181-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz