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El Cristianismo de Unamuno El uso reiterativo que hace Unamuno de los términos Cristianismo y Cnstiandad obliga a tener que iniciar este estudio, precisando su significación histórica. Un texto del mis– mo nos enfrenta con este binomio. Dice así en el texto aludido: «Este fatídico sufijo -úmo, cristianismo- lleva a creer que se trata de una doctrina, como platonismo, aristotelismo, cartesianismo, kantismo, hegelismo. Y no es eso. Tenemos, en cambio, una hermosa palabra, cristiandad, que, significando propiamente la cualidad de ser cristiano -como la de humanidad la de ser hombre humano-, ha venido a designar el conjunto de los cnstianos». 1 Algo malhadado ha sido, en verdad, para Unamuno que la entrañable palabra, Cnstiandad, se haya trocado en vocablo sociológico para sig– nificar lo que hemos subrayado en el texto: el conjunto de los cnstianos. Peor aún ha sido que Cnstiandad haya llegado a ser una categoría histórica para significar esa situa– ción en la que el Cristianismo se enfrenta con el poder civil del Estado. 2 Todo ello ha motivado que Unamuno, pese a su simpatía por la palabra Cristiandad, la haya ido dejando en segundo puesto y haya preferido en su obra hablar más bien de Cnstianis– mo. Pero esto sí: siempre interpretado como vivencia religiosa, nunca como sistema doctrinal. De este Cristianismo, como vivencia religiosa, nos preguntamos ahora por la actitud mental que Unamuno mantuvo frente a él. Subrayamos lo de actitud mental porque con ello queremos significar, ya desde este comienzo, que Unamuno aborda al Cristia– nismo «con toda su alma», según la conocida y repetida frase de Platón. Es decir, para él el Cristianismo no es algo pertinente a la inteligencia, a la voluntad o al sentimiento, sino a todo su ser, en el que estas actividades mentales forman una indisoluble y plena- ' . ria vivencia. En segundo lugar hacemos la observación de que este estudio declina más al método sincrónico que al diacrónico. No es, por tanto, nuestro intento ir analizando las diver– sas etapas por las que el alma de Unamuoo va enfrentándose con el Cristianismo. Sin duda, este tema es muy importante y está pidiendo una investigación monográfica, como reiteradamente venimos pidiendo en nuestros estudios sobre el mismo. En esta ocasión las exigencias de un artículo nos fuerzan a centrarnos tan sólo en la madurez espiritual de Unamuno. O sea, en la etapa posterior a su crisis de 1897, por mí deteni- 1 M. de Unamuno, La agonía del Cristianismo. Obras Completas (Escelicer -citamos siempre por esta edición-). Madrid, 1967, VII, p. 313. 2 Ya es signzfi'cativo que en Historia de la Iglesia, dirigida por A. Fliche-V. Martín el vol. X lleve por títu– lo: La Cristiandad Romana. Trad. española por Edicep. Valencia, 1975.

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