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230 mariposas que renazcan incesantes». Después de esta súplica tan esperanzadora, con– templa Unamuno a la Iglesia que «amamanta sus cantos con esperanza». 84 Esta divina reina de luz, la esperanza, impregna todo el sacro poema. En estos tres ver– sos lo dice todo: «Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre/nos guíen en la noche de este mundo,/ungiéndonos con la esperanza recia/de un día eterno». 85 Se remansa en estos versos la esperanza de Unamuno. Y en estos otros al evocar la noche oscura de las almas, cifra lo que entiende por Cristianismo: «Noche oscura del alma, eres nodriza/de la esperanza en Cristo salvador». 86 Pensamos que en esta breve fórmula: Cristo salvador se resume el Cristianismo personalista de M. de Unamuno. Del cual podemos decir en síntesis, fundados en esta nuestra reflexión, que fue más búsqueda constante que verdad lograda en placidez. 87 Enrique Rivera de Ventosa 84 El Cristo de Velázquez. Cuarta Parte. Ansia de Amor, v. 2.394-5, 2.407-8. 8 5 Op. cit., Primera Parte. IV, v. 125-127. 86 L. cit., v. 131-2. 87 El lector habrá notado lo parco que hemos sido en citas bibliográficas. Por motivo práctico, en esta oca– sión quedan de trasfondo, por atenernos a las esenciales de la obra unamuniana, sobre la que directamente fundamos este estudio.

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