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227 una relación personal Cristo persona divina en comunión con las personas humanas y mediación de ellas ante el Padre. Ya es sabido que en Unamuno siempre prima la persona sobre la ideología. Al abrir su obra, Del sentimiento trágico, advertimos que se opone radicalmente a que las ideas tengan un proceso y desarrollo en virtud de la dialéctica interna que las enhebra o las opone. No es el kantismo el hecho histórico que hay que ponderar, sino el hombre Kant. Como el hombre Spinoza, Berkeley, etc. Recordamos esta tesis unamuniana por– que con un intenso a fortiori la debemos aplicar al Cristianismo. Ciertamente que Una– muno pondera la doctrina evangélica. Siente entusiasmo por ella. Pero sobre la doctri– na está lo que aquí nos dice: «La eterna sabiduría, El Verbo, el Verbo que era en el principio de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, la Razón divina que presi– dió a la Creación, encarnó en una mujer, en una simple mujer, en María ... Y Cristo la obedeció, y estuvo sujeto a ella mientras crecía en sabiduría y en edad y en gracia para con Dios y los hombres». 72 Cristo el Verbo eterno pero encarnado en una mujer. He aquí para Unamuno la verdadera esencia del Cristianismo. Cristo a nuestra vera. Cristo nuestro hermano. 73 Viene una vez más a nuestro espíritu el deseo ineludible de abrir el gran poema una– muniano, El Cristo de Velázquez. Esta vez, por no ser tan reiterativos con este poema, no queremos sucumbir a la plácida tentación de enhilar delicados pasajes que nos po– nen delante del Dios-Hombre en Cristo. Pero no podemos menos de dirigirnos al lector para decirle que desde el primer verso hasta el último, que es el 2.539, Unamuno vive totalmente inmerso en una relación personal con su Cristo para decirle sus agonías como nadie ha sido capaz de decírselas. Concluímos, por todo ello, que la esencia del Cristia– nismo para Unamuno es la persona de Cristo que nos habla y que hace de intermedia– rio ante el Padre. Todo lo demás: doctrina, verdad, belleza, poesía, vendrá en pos. Pero ya no será la esencia del Cristianismo. Podría suscitar alguna objeción contra lo dicho, el que, como ya indicamos, Unamuno escribe un capítulo sobre La esencia del catolicismo en su obra, Del sentimiento trági– co. Parece que en este capítulo lo personal queda en segundo plano. A esta objeción respondemos que Unamuno en esta ocasión entra en diálogo con el protestantismo, para acusarlo de haber sobreestimado el aspecto moral, mientras que el Catolicismo da mayor importancia a la cuestión escatológica. Ahora bien; para Unamuno la cues– tión escatológica es un problema estrictamente personal. Es el problema de la perviven– cía. «Lo específico religioso católico, escribe, es la inmortalización, y no la justificación al modo protestante. Esto es más bien ético. Y es en Kant en quien el protestantismo, mal que pese a los ortodoxos de él, sacó sus penúltimas consecuencias: la religión de– pende de la moral, y no ésta de aquélla, como en el catolicismo.» 74 Prima, según esto, lo escatológico personal en el Catolicismo. Tan es así que para garantizar la inmortali- 12 Diario Intimo. Cuaderno Cuarto. O. C., VIII, pp. 856-7. 73 Cristo nuestro hermano es el título de una de /as obras teológicas de Kar/ Adam (Herder. Barcelona, 1961). Sobre el primario sentido personalista del Cristianismo en tomo a la persona de Cristo Unamuno no está en línea con los teólogos católicos citados. 74 Del sentimiento trágico. IV. La esencia del Catolicismo. O. C., VII, p. 149.
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