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223 go de regímenes dictatoriales, escribe en estos términos sobre la democracia cristiana: «Derecho y deber no son sentimientos religiosos cristianos, sino jurídicos. Lo cristiano es gracia y sacrificio. Y eso de la democracia cristiana es algo así como química azul. .. Es que el cristiano, en cuanto cristiano, no tiene que ver con eso». 59 ª En su radicalis– mo religioso llega al extremo de pensar que sólo el monje realiza plenamente el Cristia– nismo. «Es que la cristiandad, escribe textualmente, pide una soledad perfecta; es que el ideal de la cristiandad es un cartujo que deja padre y madre y hermanos por Cristo, y renuncia a formar familia, a ser marido y a ser padre.» 95 b Analicemos con alguna de– tención esta radicalismo religioso unamuniano. Ante todo advierte Unamuno que en el plano de la cultura superior al Cristianismo se lo falsifica al humanizarlo. Es lo que advierte en uno de los máximos prestigios de fines del siglo XIX, E. Renan. Sobre él escribe: «El racionalismo histórico (Renan) pro– pende a no ver más que la humanidad de Jesús, un hombre bueno, perfecto, un genio el mayor de todos, sin observar que un hombre bueno y perfecto es un Dios». 60 La impugnación que hace aquí Unamuno de Renan es muy certera. Es cierto que el cristia– no que lee ingenuamente su Vida de jesús goza con las páginas en que Renan describe la humanísima vida del maestro itinerante por las rientes campiñas de Galilea. Hasta le hacen soñar estas páginas que por algún momento forma parte de aquellos felices oyentes quienes, chapoteando sus pies en las aguas del lago, oían las palabras de Jesús sentado a la popa en la barca de Pedro. Todo esto es un encanto en la obra de Renan. Y con todo, se ha dicho que su Vida de jesús ha sido una blasfemia, pues si le encomia tanto como hombre es para arrebatarle más impunemente su mejor aureola: el ser Dios. Por eso Unamuno le arguye en el texto citado: «un hombre bueno y perfecto es Dios». Así rebate esta alta y falsa visión de Cristo y del Cristianismo. También le parece falsificación del Cristianismo la consigna religioso-patriótica del Reinado Social de Jesucristo. Su declarada enemiga a los jesuítas halla aquí una fuente primordial. Estos, con mentalidad muy motivada, se han creído en el deber de vivir un Cristianismo al día, encarnado en cada situación histórica. Frente al lema unamu– niano: «Mi reino no es de este mundo», ellos han pensado que todo valor terreno, si es legítimo, debe ser cultivado en sí mismo y como preparación de lo eterno. Nos halla– mos, pues, ante dos mentalidades opuestas. Bien lo declara este texto de Unamuno: «El puro cristianismo, el cristianismo evangélico, quiere buscar la vida eterna fuera de la historia y se encuentra con el silencio del Universo, que aterraba a Pascal, cuya vida fue una agonía cristiana». 61 La mención que hace aquí de Pascal Unamuno delata concomitancias entre ambos. Entre líneas podemos leer que la enemiga de ambos a los jesuítas radica en la distinta manera de interpretar la encarnación de Cristo en la historia. En este sentido escribe Unamuno: «El cristiano (Pascal en sus Provinciales) que allí se dirige contra los jesuítas siente muy bien donde está el lado humano, demasiado humano (par trap humain), 59a Op. cit., pp. 335-336. 59b Op. cit., p. 336. 6o Diario Intimo. Cuaderno Segundo. O. C., Vlll, p. 809. 61 La agonía del Cristianismo. VII. El supuesto Ciristianismo social. O. C., VII, p. 336.

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