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221 de que vamos a la Infinita casa de tu Padre, -hogar de eternidad-, animados en nuestra marcha por una esperanza sólida». 54 Dice esto Unamuno en la Oración Final del poe– má, para concluir con esta súplica: ... y muramos de pie, cual Tú, y abiertos bien los brazos, y como Tú, subamos a la gloria ... 55 En verdad buscó Unamuno en el Cristianismo un camino de consuelo. ¿Lo halló de– finitivamente? La pequeña novela de sus últimos años, San Manuel Bueno, Mártir, motiva muchas ciudas. Se puede constatar que la confianza en Cristo, tan sentido en su gran poema, no se mantiene hasta el final. De nuevo le acecha la oposición de verdad y vida. San Manuel piensa que la gente sencilla de su parroquia, Valverde de Luq:rna, no po– drían vivir con la verdad. Su misión, por lo mismo, no es decírsela. Es hacer que vivan felices. El contento es lo primero de todo. Y para ello recomienda esos libros de piedad que dan contento de vivir. Un contento apacible y silencioso. Que no sientan' el tedio de la vida que es mil veces peor que el hambre. No piensa San Manuel que la religión te11ga por fin resolver conflictos económicos ni políticos. Que lleve a todos el consuelo de haber nacido. Hacer que vivan contentos ... Y él, Don Manuel, ¿lo estaba? El debía ser el Mártir, el testigo de esta fe que consue– la. Cuando le llega la muerte, manda que le lleven a la IgJesia para en ella dar a su pueblo este último consejo: «Vivid en paz y contentos y esperando que todos nos vea– mos un día en la Valverde de Lucerna que hay allí, entre las estrellas de la noche, que se reflejan en el lago ... ». 56 Y muere mientras reza el pueblo el Credo. Y al llegar «a la resurrección de la carne -la parte del Credo que San Manuel no era capaz de cantar con los suyos- ya había muerto». ¿Creyendo en esta verdad cristiana que a tantas al– mas ha consolado? Unamuno ya no lo dice. Deja que nosotros completemos la piadosa muerte de su héroe. Que es su propia muerte en la agonía de la duda, pero en busca siempre de consuelo. Para este consuelo necesitaba su Cristianismo. En verdad, quiso que éste fuera para todos <<consoladon>. 3. Interpretación histórica del Cri~tianismo: «Mi reino no es de este mundo» Es corriente comparar la historia a un reloj que marcha bien o mal. El problema está · en señalar, en un momento dado, cuáles son las fuerzas que lo impelen a seguir ade– lante y cuáles los obstáculos que lo retrasan y hasta lo hacen parar. Ante el hecho histórico del Cristianismo ha surgido en los últimos siglos, a partir de la Ilustración, la pregunta sobre la aportación positiva o negativa al reloj de la histo– ria. La Ilustración pensó de él que era un obstáculo al que era preciso eliminar como carroña y detritus: «écrassez !'infame». Pero ya al final del siglo ilustrado Chateaubriand 54 Op. cit. Cuarta Parte. Oración final, v. 2.511-12 y 2.518-19. 55 Op. cit., v. 2.527-30. 56 San Manuel Bueno, Mártir. O. C., II, p. 1149.

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