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lO S. ARA constituye la comunidad religiosa. Si. se trataba de hombres, por juz• garlo debilidad de carácter; si se trataba de mujeres, por el peligro de la exclusividad. La·· estima de los valores del otro que aparece como una necesidad vital de sinceridad y amor, aparte que entre cristianos puede ser signo de un humilde reconocimiento del propio valer y limitaciones, ha sido una virtud a la que se le ha dedicado muy poca atención. Por ejemplo raramente los Superiores, en quienes suponemos. mayor. preparación, suelen tener palabra de reconoci– miento para sus colaboradores o simples religiosos. No han abun– dado los consejos sobre la confianza, diálogo e intercambio como expresiones de una misma estima y de comunión de sentimientos e ideales. Hoy abundan aperturas en cierto aspecto negativas, porque suelen ser exclusivistas, cuando no irrealistas y utópicas. 2. Comunión· de bienes. Como consecuencia lógica de ese encuen– tro entre personas que en la vida religiosa comparten además un carisma personal, comunitario y de institución, 11 se sigue inmedia– tamente la comunidad de bienes materia1es.12 Es necesario hablar a los miembros de las comunidades religiosas en el sentido de hacer– les ver que el grupo social donde hay verdadera comunión de sen– timientos busca el apoyo de criterios de justicia para fundamentar la necesidad de entrega y participación de bienes. Hay en todo grupo bien realizado un dar y recibir con naturali– dad y confianza, con gratitud y respecto y sin temores a no llegar a la hora del reparto. Por ello la manifestación de los ingresos y gastos económicos o necesidad de cuentas claras ante el grupo, no es única– mente una exigencia del voto de pobreza, sino un gesto elemental de sana sinceridad y mutua estima. 13 3. Sentido solidario y universal. La fraternidad religiosa, comu– nidad humana que realiza el encuentro de personas y de bienes, no se explica en una actitud egoísta y cerrada sobre sí misma. Sus miembros han debido llegar a ser lo suficientemente equilibrados y semejantes en mentalidad como para sentir la necesidad de abrirse U. Cft .· DuMARCHÉ, Alfred, Discernement spirituel et délibération communautaire, CRC; 1974, p. 107. 12. Cfr. VA~nos) La fraternité une commt:níon des frt:res, en «La vie corrim. re.L>>; 30 · (1972), pp. 66-76. U. «La nc:cesiJad, hoy.tan categórica, de.Ja participación fraterna debe conservar su valor evnn::~:?>u. S,c:¡:;i~n b u :prt:si.én de 12, J)id:u:F1é, <<si compartís entre vosotros los bienes eternos, n1;,:i_'.m ,J,,:;.J;éÍ.5 cornp<ttt.i.:r los t'.ienes re;:cc-,:.::dc;"os». I.,a pob1·ezC1., vivida efectivamente en; -com·lJn, los b'ii:ncs, comprendJ.do ·el te~Ü1noniará la espiritual con1unió11 que os une; será un recl:-dw:.r viviente p::_rn tcdcs los y ··a1)ortar~l también un alivio a vuestros hermanos y hermanas ·que se encuení.:an necesitados.·.. >> {Eva11gclica testificatio, 21). Cfr. DoRTEL-Cr.Auncii', !vi.) La ·mise· C1r ·commun des blens dans la vie rcligieUse) en «Vie ~-· sacré», n.º 3 (1973), pp. 182-184. · · ·
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