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8 S;.ARA la vida individual y para la colectividad. La fraternidad como ideal de vida religiosa se basa en esa común-unión que se da entre quienes captaron la profundidad del mensaje evangélico, y parte del c~noci– miento y comprobación de la existencia en el hombre de un anhelo de ese ideal evangélico, necesitado de ayuda también psicológica y racional de quienes sienten la misma llamada sobrenatural. 3. Realidad humana. A menudo, la vida de fraternidad se ha es– tructurado sobre principios espirituales un tanto desencarnados de la realidad. Con frecuencia se ha puesto como base de la misma una necesidad de observancia que ha impedido ver que más allá de ella y por encima de ella estaba la llamada a realizar, la edificación del hombre nuevo. Casi de forma generalizada se ha olvidado hablar de la necesidad de diálogo, de las exigencias de una amdurez, de poten– ciar una responsabilidad, y, por falso pudor, cuando no por un con– cepto maniqueo, se han silenciado las necesidades de encuentro afec– tivo y de sana amistad. La vida en fraternidad, como ideal apostólico es el reclamo ma– yor para nuestra soicedad actual, y eso, a pesar de que la forma de vivir ese ideal de fraternidad en la vida religiosa es de lo más criti– cado, pero al mismo tiempo objeto de nuevas experiencias y vivas aspiraciones. 7 Si queremos dar adecuada respuesta a esas experiencias y aspi– raciones, es indispensable comenzar por reconocer que la vida co– munitaria o fraterna es respuesta al ideal evangélico y se articula. en relación al seguimiento de Cristo. Sólo han de entrar en ella los que se encuentran con disposición para esa forma de existencia cris– tiana. Pero también hemos de poner muy en claro que es forma, tal vez, la más «humana» de vivir la necesidad de comprensión, ayuda y realización de la persona. Sólo los capacitados para una entrega y ayuda generosa en el amor, son los humanamente aptos para ese gé– nero de vida, ideal evangélico, fundamentado en la realidad humana. El fracaso de muchas personas ante una vida comunitaria que les ha asfixiado, 8 la impresión de algunos religiosos de haber quedado apagados por su vida comunitaria,9 podrían explicarse en la falsa con– cepción de la vida en fraternidad como ideal apostólico y de vida religiosa, desencarnado de la realidad humana. Pensaban en el ideal como en una realidad no humana, y la realidad y verdad, aún en la 7. Cfr. RUEDA, Basilio, Fl\IS, Apología y desmitización de la vida común, Madrid, 1973, páginas 174 y ss. 8. Cfr. ASIAIN, Miguel Angel, Sch.P., La paradoia de la vida comunitaria, en «Comu– nidades», suplemento CONFER, año III, n.º 11, octubre-diciembre 1975, pp. 118 ss. 9. Evangelica testificatio, 39.
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