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26 S. ARA vida fraterna se ha dado al capuchino no para sobrellevarla, sino para vivirla en un acto consciente y voluntario, para aceptarla en sus valores y sus riesgos y para entenderla en su plenitud de miste– rio de muerte y resurrección. Tiene que buscarse el realizar la vida fraterna porque se han captado sus valores evangélicos. Debe ejercitarse para experimentar la dificultad de su· realización entre humanos. Y debe estructurarse porque se la aprecia como la vivencia no de una actitud personal o de un grupo cualquiera, sino como la expresión de una espiritualidad y patrimonio propio de la Orden religiosa a que uno se ha sentido llamado por la gracia del Señor. Es necesario formarse para la vida en fraternidad, huyendo caer en escollos como el naturalismo o el angelismo, y usar de la técnica de la convivencia. Pero es más necesario y urgente cambiar. El hom– bre de la fe vive para cambiar. En su vida, el cambio no es simple– mente una cosa desagradable, sino también una condición de creci– miento, y, por tanto un deber. El problema es realizar los cambios necesarios, pero con la convicción de que en un clima de verdadera salud humana es más fácil encontrar a Dios, ya que allí donde el hombre está presente con mayor intensidad, también Dios mismo está presente. 55 Los cambios necesarios se han de realizar en el hombre y tam– bién en sus estructuras. La legislación capuchina deberá, consiguien– temente y sin perder de vista la coherencia y adecuación a la persona, aceptar la posibilidad, conveniencia y necesidad de crear estructu– ras de vida en fraternidad -cambiables con mayor o menor rapi– dez-, en las cuales los Hermanos puedan vivir durante algún tiempo, mientras no se estime más oportuno sustituirlas por otras que, a su vez, lo condicionan por un nuevo período. Esta actitud de cambio será la expresión de un querer adaptarse acertadamente a las con– diciones de la vida religiosa hoy y a las exigencias del apostolado actual. fr. Saturnino ARA, OFMCap. Madrid, julio de 1976 55. Cfr. BAMIIEGER, J. E., L'Homme pour la Communauté, en «La vie spirituelle» (Supple-– ment) (1969), 423.

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