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FRATERNIDAD 25 7. La fraternidad, lugar de servicio. Para no extendernos más en consideraciones en torno a las perspectivas de la fraternidad del fus turo, terminamos nuestra enumeración con una referencia al valor de la fraternidad como lugar de encuentro de los Hermanos entre sí y con el Superior, todos unidos en la caridad. Nuestra sociedad que tanto ha avanzado, teóricamente, por los caminos de la valoración de la persona humana, ha creado situacio– nes de tensión entre realización personal y carisma, persona y agru– pación, vida común e individual, en general, entre individuo e insti– tución. La fraternidad aparece como el encuentro de los Hermanos donde se superan esas situaciones conflictivas a través de un con– vencimiento de las propias limitaciones que, en sus excesos de ini– ciativas o falta de actividad, encuentran en el grupo, su refuerzo o moderación. Y junto a la fraternidad, como lugar de servicio de uno para to– dos, aparece el Superior que ejerce la autoridad según el ejemplo de aquel que «ha dado su vida para remisión de muchos»,5' y se ems peña por servir sinceramente a los Hermanos en los cuales obra el Espíritu del Señor. CONCLUSION Vivir el Evangelio en el mundo y ser como fermento de ese mis– mo mundo, este parece ser el elemento fundamental de la vida fra– terna capuchina y común vocación franciscana que aspira a vivir el ideal evangélico de la fraternidad. En ocasiones, al ver a tantos y tantos Hermanos situados ante una forma de vida fraterna que califican de estructural, nos entra la duda de si realmente se ha buscadü' esa forma de vivir fraterna, por– que se ha .descubierto en ella un valor evangélico al margen de su realidad concreta y radicalmente deficiente, en cuanto humana. Por una parte da la impresión que sí, que realmente se ha buscado la fórmula fraterna de vida en común en razón de los valores descu– biertos, qúe no se han podido alcanzar en toda su realidad. Pero se tiene también la impresión de que se vive la vida en fraternidad, porque esa fue la realidad con que uno se encontró. Aunque parezca paradógico, la vida se vive en muchas ocasiones sin vivirla, es decir, sin hacer de ella un acto libre y consciente. La 54. Mt. 2, 28; cfr. Fil. 2, 8. 4

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