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6 S. ARA Señor y el segundo es el Hermano por quien vamos y en quien vemos al Señor. 2 Pero la vida en comunidad es también la piedra de tro– piezo y la ocasión de escándalo para tantos religiosos, porque, quizás, hemos hecho demasiada teología de la vida en fraternidad y no he– mos descendido a la realidad de la misma en el quehacer cuotidiano . . de la vida. Quizá, también, porque se ha avanzado mucho en los conocimien– tos teóricos de la espiritualidad comunitaria, pero no se ha avanzado al mismo ritmo en· el conocimiento de la psicología del grupo humano empeñado en realizar el ideal de vida en fraternidad o vida comu– nitaria. Y a la medida que se hace mayor la distancia entre ese cono– cimiento teórico de la espiritualidad de la vida comunitaria y esa falta de estudio y valoración. de las necesidades psicológicas del gru– po, hay mayor peligro de que en el corazón de los religiosos que, por lo general, son idealistas, anide el desaliento que haga imposible la vida en fraternidad y, al mismo tiempo, el ideal de la fraternidad. Francisco de Asís, entusiasta como pocos de la vida en fraternidad, cuando habla a los Hermanos del ideal evangélico de la fraternidad es espiritual, pero no deja de ser realista y menos humano. Es un buen maestro. Por eso dice en su Regla: « Y dondequiera que estén y se hallaren los frailes, muéstrense familiares entre sí, y tranquila– mente manifieste uno a otro su necesidad; porque si la madre ama y cuida a su hijo carnal, ¿cuánto con mayor diligencia debe cada uno amar y cuidar a su hermano espiritual? Y si alguno de ellos cayere enfermo; los otros frailes le deben servir como querrían ellos mismos ser servidos.» 3 Las Constituciones Capuchinás, tras una larga etapa de prepara– ción y discusión que se. caracterizó .por. el manejo de conceptos un tanto aéreos sobre la vida en fraternidad, ha dado con una acertada interpretación de la mente de San Francisco, al describir la vida en fraternidad como la suma de necesidades concretas y vitales, res– puesta al mismo tiempo a un ideal evangélico a vivir por Hermanos que tienen sus limitaciones y sus necesidades de relaciones humanas. 2. Ideal de vida apostólica y de vida religiosa. La vida en frater– nidad o comunitaria del religioso es la respuesta al llamamiento del Señor. Quien ha optado por la fórmula de vida religiosa comunitaria no pretende sino realizar en su propia existencia la experiencia de amor y entrega que vivieron ya hace veinte siglos los primeros dis– cípulos del Señor, es decir, la vida-apostólica. 2. I Juan, 20. 3. Regla Bulada, cap. VI.

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