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ARTICULOS Flandes y en la región de Lieja, don– de esa forma de vida religiosa estaba muy arraigada, las autoridades comu– nales se opusieron a la aplicación del decreto tridentino, en razón del bien que hacían las religiosas. En 1647, só– lo en Bélgica, había 34 comunidades de terciarias regulares dedicadas a la enseñanza y a obras de asistencia. El período postridentino se caracte– riza por un movimiento de reforma en el sentido de mayor austeridad y reforzamiento de la vida claustral. Esta tendencia se nota, sobre todo, en las reformas promovidas por los ca– puchinos y recoletos en Francia, Flan– des y Alemania. De hecho se trata de monasterios de índole plenamente con– templativa -capuchinas, recoletas-, que aun hoy subsisten en gran núme– ro. Aun las comunidades que no emi– tían votos públicos -"solemnes"-, como los beaterios, eran obligadas a una vida de clausura bastante rígida, que habían de combinar con la acti– vidad docente. Sin embargo, las exigencias de los municipios y hasta los intereses de la restauración católica en la lucha con– tra el avance protestante a través de las escuelas, hizo que la mayor parte de los monasterios de terciarias regu– lares llegaran a una fórmula de clau– sura que permitiera la atención a la enseñanza. A fines del siglo XVII y en la prime– ra mitad del XVIII, cuando ya la vo– cación apostólica de la mujer había lares llegaran a una fórmula de clau– encontrado nuevos cauces según el modelo de las Hijas de la Caridad de ss,n Vicente de Paúl -que canónica– mente no eran "religiosas", y así se desentendían de la clausura-, fueron npareciendo congregaciones tle nuevo tipo, algunas conservando el nombre de hermanas de la penitencia, otras adoptando el de hermanas de santa Isabel -elisabetinas-, otras el de hermanas de la misericordia o el de hermanas de las escuelas. Diez de ellas son hoy de derecho pontificio; otras si– guen siendo de derecho diocesano. 194 El gran siglo de la vocación franciscana femenina Pasado el huracán de la revolución francesa, y todavía en plena saña li– beral contra las órdenes religiosas, se produce un hecho inesperado: la enor– me floración de congregaciones feme– ninas de votos simples, por lo tanto no sometidas a la clausura, bajo el amparo canónico de la regla de las terceras ór– denes (franciscana, dominicana, car– melitana ... ). Y esto sucede precisa– mente en el momento en que las órde– nes masculinas han quedado enorme– mente reducidas en número y en me– dios de acción, si no es que se hallan totalmente suprimidas como en Espa– ña y Portugal (1836-1879). Más aún, un buen número de esas fundaciones reciben impulso de religiosos exclaus– trados. El Espíritu Santo suscita en cada país las instituciones que responden a las necesidades urgentes de la nueva clase proletaria, producto del capita– lismo liberal y de la industrialización. Y son las necesidades mismas las que dictan la finalidad y aun el espíritu de cada fundación, funciones sociales muy concretas, a veces de carácter pura– mente local. Esta peculiaridad, que co– munica realismo y eficiencia mientras dura el tipo de sociedad para el que han nacido, puede convertirse más tarde en crisis de identidad, una vez evolucio– nado el contexto social y, sobre todo, cuando el instituto, olvidando su ori– gen y su destino primero de servicio a los pobres y de promoción de los hijos de la clase trabajadora, se ponga al ser– vicio de la burguesía con sus institucio– nes docentes. En general se trata de fundaciones nuevas; pero un gran número de esas congregaciones reconocen como cuna uno de aquellos monasterios de ter– ciarias regulares que, en vista de las nuevas necesidades y del afluir de vo– caciones con afán apostólico, se trans– forma en instituto de "vida activa"

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