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410 Torralba la triología Inteligencia sentiente (1980), Inteligencia y lagos (1982), Inteligencia y razón (1983) y El hombre y Dios, póstuma (1985): tan grande es su importancia, en opinión de D. Gracia, que - y es la tesis hermenéutica de su libro - « toda la otra producción filo– sófica de Zubiri puede, debe y tiene que ser leída a la luz de ésta», donde « alcanza su máxima altura filosófica y su completa madu– rez » (p. x) 4 • En cuanto a la textura de la obra que exponemos, alternan en ella la voz del intérprete y la del interpretado, en contrapunto cla– rificador. La profusión de citas engloba el pensamiento zubiriano en una medida que podrá dispensar, al menos al lector apresurado, de buscarse la comprobación y el recurso al texto y contexto ori– ginales. No así al estudioso y a quien se proponga confrontar las propias ideas, o la propia exégesis, con aquéllos. Al cabo, sólo se nos pone en las manos una introducción. Esa ubicuidad citatoria es tal que el propio Gracia sugiere la idea de ca-autoría de la obra, pero qmzas exagere cuando la compara, por ello, a un thesaurus zubiriano. Con todo, el método permitirá comprender a su mentor desde sí mismo, sin los celajes inevitables aún en el comentarista más aséptico y desinteresado, e incluso ayudará a aventar el temor al « traduttore traditore », siempre al acecho en intentos de esta índole. Respecto del título elegido, si, tratándose de un filósofo, a primera vista pudiera parecer pleonástico, en el fondo no lo es, por el motivo• que se dirá. Pero el subtítulo sería perfectamente cam– biable por el de introducción a Zubiri. En su materialidad, el libro de D. Gracia consta del aparato preambular de rigor, con prólogo, lista de siglas e introducción, de dos partes, simétricas en cuanto al número ternario de capítulos y parcialmente disimétricas en su contenido, un epílogo y tres ín– dices, textual, onomástico y temático. Todo bastante condensado, conforme a las exigencias del género y al carácter preciso y conciso de la pluma de Zubiri, de la que se quiere brindar un trasunto fiel en fondo y forma. Mocedades filosóficas La primera parte, especie de propedéutica cronológica y temá– tica a la segunda, indaga el quehacer y evolución de este difícil 4 Sobre la función del autor del presente libro en el incipiente Seminario, al lado de su primer director, Ignacio Ellacuría, afirma Pintor-Ramos: « ... se añadió también a Diego Gracia Guillén que, además de buen conocedor del pensamiento zubiriano, reunía una vasta formación científica y humanística y a cuyo tesón y entrega se debe gran parte del trabajo del Seminario» (ibíd., p. 181).
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