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Una introducción a la filosofía de Zubiri 415 humana. Pues, por sorprendente que pueda parecer fuera de su lógica, lo teologal - que no debe confundirse con lo teológico - pertenece rigurosamente a la estructura del ser humano, siendo por ello accesible a un análisis inmediato. Si la aprehensión me actua– liza el hecho, y el logos me lo afirma, la razón lo transforma en conocimiento explícito de Dios. Es un proceso cognoscitivo normal en el hombre que busca su fundamento último. A la razón, que es búsqueda del fondo de lo real, éste se le presenta así en su última resolución. Pero hay más: Dios puede ser no sólo conocido, sino experimentado. Experiencia equivale, para Zubiri, a « probación fí– sica de realidad>>. « La historia de las religiones es la experiencia teologal de la humanidad tanto individual como social e histórica», es una marcha enriquecedora de la verificación de Dios. Esta veri– ficación es positiva en el teísta, suspensiva en el agnóstico, negativa en el ateo. Todos ellos experimentan y verifican de algún modo la religación. Y no se trata de un juego de conceptos, sino de un problema de vida: no de la « idea » de Dios, sino de la vinculación sentida al propio fundamento. « Haciendo su vida - escribe Gracia, como glosa al pensamiento del autor del título que fue todo un progra– ma: Naturaleza, Historia, Dios -, el hombre configura el funda– mento en sí, de modo que la vida de todo hombre es, en última instancia, figura (positiva o negativa) del fundamento, configuración o desfiguración de la deidad». Al concluir su libro, aquí expuesto muy taquigráficamente, Gra– cia está seguro de haberse dejado en el tintero las cosas tal' vez más importantes de la filosofía de Zubiri y, ciertamente, .las más interesantes para muchos lectores. Pero su propósito no fue exponer todo el sistema, sino su esquema. Aspiraba a delinear los principios de esta filosofía. Su desarrollo deberá desplegarlos en la triple di– rección de lo noético (lógica, teoría del conocimiento, filosofía de la dencia), noemático (metafísica general, filosofíá de la naturaleza, del hombre, de la historia) y noérgico (ética, filosO:fía de la religión). No es que en esa explicitación se halle aún todo por hacer, ya que el propio Zubiri ha dejado escritas extensas reflexiones, cuando no tratados enteros, sobre muchas de aquellas concretizaciones de su filosofía «segunda», que el autor de esta lectura se ha limitado a sorprender en germen, para facilitar a otros lectores la conti– nuación. Hilo de Ariadna de ésta deberá ser el que guió a Zubiri y ha orientado a su discípulo expositor: la .voluntad de verdad; es éste el título no sólo de todo el libro, sino, en particular, de su epílogo. Tal voluntad es mucho más que un simple deseo. Lo· que pudiera

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