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140 FRANCISCO IGLESIAS En primer lugar, no obstante lo que pudiera sugerir el título mismo de este trabajo, las reflexiones que siguen no toman como plataforma o punto de partida el pe:nsamiento actual de la Iglesia sobre el hombre de hoy, sino, más bien, ciertos rasgos característicos del franciscano, bajo el prisma de la personalidad de San Francisco, como posible clave de lectura de uno de los temas centrales de la Iglesia del Vaticano II: el hombre. El diagnóstico del hombre de hoy a la luz de la antropología conci– liar, con ser tema importante, no debiera inducirnos a equívoco compro– metiendo nuestra tarea, prioritaria y urgente, a nivel de reflexión y a nivel de vida: es decir, la tarea de identificarnos y realizarnos en perfecta coherencia con nuestra dimensión humana y evangélica de franciscanos. Un problema de perspectiva importante. Sin ceder a la evasión fácil de un análisis cultural y religioso del llamado nuevo humanismo de esta hora de la Iglesia y de la sociedad, creo que merece la pena subrayar el deber que nos incumbe de inter– pretar y servir al hombre de hoy (valga la expresión) desde la fidelidad a nuestra clásica manera franciscana de ser hombres. Nosotros somos Iglesia, pero no toda la Iglesia. Nuestra vida y regla es el Evangeilo, pero no por eso tenemos el monopolio del Evangelio. Nuestro claustro es el mundo, pero no por eso tenemos que dar una res– puesta, ni siquiera desde el Evangelio, a todos los problemas del mundo. Somos hermanos de los hombres, pero no por eso tenemos que orientar todas sus cosas desde San Francisco o asumir, sin más, todo lo moderno de los hombres para ser franciscanos. Podemos y debemos, sí, tener una visión franciscana del mundo y de la vida y ofrecer una respuesta, con acento típico y, sobre todo, a través de la propia existencia, a ciertas exigencias fundamentales del hombre: del hombre de hoy y ... del hombre de todos los tiempos. Una segunda observación se refiere al fondo documental de este es– tudio. Intencionadamente me he ceñido a unos datos esenciales y de pri– mera mano: por una parte, la versión personal de San Francisco a través de sus escritos; por otra, algunas tesis más representativas del Concilio, con una referencia particular, por razón del tema y del significado, a la Redemptor hominis del Papa actual (4 marzo 1979), «la primera encíclica

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