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do lo pasado, procuren sinceramente una mutua comprens10n ...» '"'. «Aun– que en la vida del Pueblo de Dios, peregrino a través de los avatares de la historia humana, se ha dado algunas veces un comportamiento r:1e– nos conforme con el espíritu evangélico, e incluso contrario a él, no ohs– tante siempre se mantuvo la doctrina de la Iglesia de que nadie de~,e ser forzado a abrazar la fe» rn,. Perdonar mutuamente el pasado y mirar hacia el futuro, era el consejo explícito de Pablo VI a los observadores dc:legaclos e invitados del Concilio rno. Francisco tenía razón. El hombre no es un leproso del que hay q1:e apartarse ni un musulmán al que hay que eliminar incluso con las armas. El hombre es, nada más y nada menos, esto: sencillamente un hom.bre. Y así, con su grandeza y con su miseria, lo ha amado Francisco. Esta es la palabra exacta: amor de hermano y servicio de hermano rrvmor. Bnsta un míniLo de coherencia cristiana. <,;El misterio del hombre -dice el Concilio, y es la tesis central de la Redemptor hominis- sólo se esclarece en el misterio del Verbo encamado». Por eso «el que sigue a Cristo, hombre perfecto, se hace también más hombre» 181 • El ejemplo de Francisco, en su dimensión humana y cristiana, es una prueba perenne de ese sentido teológico, cristocéntrico, de la antropología de b Iglesia. Experimentando a Dios como valor absoluto descubre al hombre como herrnano. Dios es para nosotros un misterio de autodonación, por Dio'> y desde Dios, a todos, hermanados en Cristo. Uncl antropología qve, por anclada en la gracia redentora de Cristo, implica de raíz una auténtica teología de la liberación. Perfeccionarse como hombre y como cristiano, hacerse un hombre nuevo, evangélico, s'..!.pcne ineludiblemente un precio: el precio de la libertad. «Nunca como hoy ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entre– tanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica» 13 ~. Y es que «la verdadera libertad, signo eminente de la imagen divina en el hombre» "'", tiene siempre la misma dialéctica: la dialéctica cristiana que predicó Pablo, que encarnó Francisco y que resume en estas hermosas palabras la Encíclica Redemptor hominis: «Cristo nos enseña que el mejor 12s NA 3. ' 29 DH 12, """ D'scur30 17 octubre 1963: AAS 55 (1963) 879-880 i:n GS 22, 38, 41, 45; RH 8, 11, 13 etc... 1:-t·1. GS 4; Cfr. DH l. '"" GS l 7.

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