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166 FRANCISCO IGLESIAS al mundo, como quiera que se le presente o reaccione ... No hay valor humano que Cristo no haya respetado, sublimado y redimido... El pre– sente Concilio está caracterizado por el amor, por el amor más amplio y urgente. Este amor es el que nos sostiene ahora, porque al tender nues– tra mirada sobre la vida humana contemporánea deberíamos estar espan– tados más bien que alentados, afligidos más bien que regocijados, dis– puestos a la defensa y a la condena más bien que a la confianza y a la amistad» 99 • Sólo es posible ofrecer una respuesta válida a la incógnita y al drama comenzando por aceptarlo positivamente. Aunque tantas cosas puedan espantarnos y afligirnos y nos inviten al rechazo y la condena. También a Francisco le causaban náusea los leprosos, pero, acercándose a ellos y usando misericordia con ellos, descubrió a. Dios y comprendió al hom– bre. «La Iglesia, dice el Papa actual, tratando de mirar al hombre con los ojos de Cristo mismo, se hace cada vez más consciente de ser la custodia de un gran tesoro»; y por eso debe servirlo comenzando por «aceptarlo con una fe cada vez más consciente y con un amor cada vez más firme» 100 • Es decisiva esta actitud de fondo, evangélicamente positiva, para que los hombres entiendan nuestro lenguaje y encuentren luz para penetrar las cuestiones fundamentales que hoy como ayer íntimamente les con– mueven. Por eso es tan confortante y significativo para nosotros releer hoy, a la luz de los signos de la Iglesia de nuestro tiempo, ciertas páginas familiares de hace ocho siglos. Inocencio 111, entonces Cardenal Lotario, escribía melancólicamente: «Ahora ya han llegado a la decrepitud los dos mundos; y cuanto más envejecen tanto más se deteriora el ser de am– bos» 10 '1. Después de bastantes siglos de envejecimiento, es aleccionador constatar que el Papa y el Concilio Vaticano II miran con inmensa sim– patía y con cristiano optimismo al mundo y al hombre... Sin olvidar que la cruz está siempre en el centro de nuestra fe, la Iglesia ha presentado «un cristianismo confortante y positivo, un cristianismo amigo de la vida, de los hombres, de los valores terrenos, de nuestra sociedad y de nuestra historia... un cristianismo indulgente y abierto, desprovisto de todo rigo- 119 Discurso Z9 -septiembre 1963, en la apertura de la segunda sesión del Concilio: AAS 55 (1963) 855-856; Discurso en Belén, el 6 enero 1964: AAS 56 (1964) 177-178. 100 RH 18. 101 De contemptu mundi sive de miseriis humanae conditionis, PL 217. XXVIII, col. 715.

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