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150 FRANCISCO IGLESIAS se conoce» 29 • Inocencio III interpreta desabridamente el mundo y la vida provocando un sentimiento de auténtica náusea existencial. Francisco, ante el mismo panorama humano, no reacciona con el estilo de un tal profeta de desventuras. Francisco hace su profesión de fe en el hombre precisamente en el encuentro con lo que entonces era considerado como prototipo humano de la repugnancia: el leproso. ¡Misterios de la gracia y de la psicología humana! ¡Dos mundos, dos corazones, dos actitudes! Inocencio III mira a la humanidad y nos hace la descripción, deprimente, de un leproso. Francisco mira al leproso concreto y nos hace la descrip– ción, humana y evangélica, de un hermano. La clave del misterio no está en la inteligencia; está, más bien, en el amor. Francisco ha superado la amargura de ver los leprosos cuando ha usado misericordia con ellos, es decir, cuando los ha amado. Sólo el amor puro libera su corazón y le descubre al hombre. El Concilio, en una frase que retoma el Papa en la Redemptor hominis, ha subrayado esta tesis importante de antropolo– gía cristiana: «Cristo, como revelación del misterio del Padre y de su amor, descubre plenamente el hombre al hombre mismo»ªº· Analizando la conversión de Francisco a la luz de su cuadro caracte– rológico y del impacto íntimo de su encuentro con Dios y con el hombre, advertimos cómo el esquema de su personalidad se afirma y configura a base de un intenso proceso de liberación. Liberación de y liberación para. Un Yo siempre más liberado de todo complejo alienante, externo o interno, con su cabeza de puente en el propio egoísmo ,en la propia ambición; un Yo siempre más capaz de acercarse, con corazón puro y cuerpo casto, a las creaturas y a los hombres; un Yo capaz de vibrar siempre más, purificado de interferencias, ante la realidad absorbente y benéfica de Dios. Justamente por eso Francisco revela en sus escritos unidad interior, simplicidad ideológica, coherencia existencial, pureza de intentos, radicalidad de estímulos, espontaneidad y transparencia, lógica y practicidad, ante los gestos y las fuentes inspiradoras de vida del Evangelio. En la vida de Francisco hay un hecho que tiene un valor y un sim– bolismo impresionantes: el proceso ante el obispo de Asís. Entregando 29 Arrigo LEVASTI, l. c., p. 23; Cfr. Alejandro ROLDAN VILLER, S.J., San Francisco de Asís, y su misión en la Iglesia, a la luz de la tipología, en Naturaleza y Gracia 25 (1978) 107-189. 30 GS 22; Cfr. RH 8, 10.
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