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EL HOMBRE DE HOY EN EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA 149 ples y puros, la luminosidad del mundo y de todo lo que es humano. El hombre, «primer camino de la Iglesia», como dice la Redemptor ho– minis 20 , se hace camino fundamental para Francisco. Un ejemplo lo dirá todo. Cuando Francisco tenía unos catorce años (1195) apareció un libro titulado De contemptu mundi sive de miseriis humanae con:ditionis (Del desprecio del mundo o de la miseria de la con– dición humana), un auténtico bestseller durante casi cuatro siglos en el área de la espiritualidad occidental. Su autor era el famoso Cardenal Lotario dei Conti di Segni (1160-1216), tres años después Papa con el nombre de Inocencio III y muy vinculado personalmente al proyecto evan– gélico de Francisco. Este libro singular (escrito por un joven de 34/35 años) sintetiza, con una crudeza de expresión impresionante, todo cuanto de negativo ha pensado la antigüedad y el medievo sobre la naturaleza humana. Una meditación sombría, reflejo de un espíritu ácido y exacer– bado y de un superascetismo amargo, sin apenas un atisbo de sensibi– lidad para la bondad y para el amor. Un panorama desolado y árido, un pesimismo duro, que agosta toda simpatía hacia el mundo y el hom– bre e invita a ser desesperadamente escépticos ante la vida y la muerte 27 • Francisco e Inocencio, hijos de una misma época y encontrados pro– videncialmente, tratan de ofrecer una respuesta evangélica a los interro– gantes de los hombres de su generación. Francisco logra convertir a los hombres sin aterrorizarlos; se humilla tanto que comprende las pasiones más bajas del hombre sin despreciarlo; comprende que ninguna cosa de este mundo es mala ni tiene por qué hundirnos y atemorizarnos (todo depende, fundamentalmente, de nosotros). «Nada debe disgustar al siervo de Dios fuera del pecado ... El siervo de Dios que no se enoja ni se turba por cosa alguna, vive, en verdad, sin nata propio» (perfectamente pobre) 28 • Y por eso trata de purificar la volunt d humana ganando a las gentes, por difíciles que sean, con un corazón de hermano. Francisco, promocionando evangélic mente el dispositivo fundamental de su propio substrato psicológico, log~a un extraordinario equilibrio ínti– mo, llegando a ser «religiosamente quizá, el espíritu más armonioso que 1 26 Cfr. nn. 13, 14, 21, 22; Louis ANT0INE,1 O.F.M.Cap., El camino del hombre, en CFR 37 (1977) 3 ss. 2 7 Cfr. Arrigo LEVASTI, Mistici del duecento e del trecento, Introduzione, Rizzoli Editore, Milano 1960, p. 19 ss. 1 2s A 11, p. 81; Cfr. Arrigo LEVASTI, l. c., p. 23. 1
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