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148 FRANCISCO IGLESIAS timientos de bondad, a su relevante capacidad de amar, cristalizando en la figura evangélica del He,rmano por excelencia. Pero hay otra vertiente de esta constatación autobiográfica de Fran– cisco: el descubrimiento del hombre como hermano. Y justamente al contacto con el hombre necesitado. El Señor lo somete a la prueba más ardua y, por lo mismo, más decisiva. Era preciso sobreponerse a la máxi– ma dificultad, naturalmente, de comprender al hombre, de aceptar al hom– bre, de fraternizar con el hombre. Y Francisco se vence a sí mismo, ayu– dado por Dios, logrando superar la suma repugnancia humana con un gesto de supremo amor, de misericordia (es decir, de corazón totalmente desinteresado, abierto a la miseria del prójimo) entrando en contacto con los leprosos. Francisco se deja guiar por Dios y, repitiendo con el hom– bre el gesto de bondad del Señor con él, hace la experiencia definitiva del amor fraterno puro, libre y liberador, como quiere el Evangelio. Algo ha saltado, hecho astillas, en el interior de Francisco. Su «pobre y sal– vaje egoísmo», para decirlo con palabras de Pablo VI refiriéndose a sí, cede y se abre al hombre 23 • Es la perfecta superación de la subjetividad, en lo que ésta tiene de alienante y mezquino. No es posible imaginarse ya al hombre Francisco sin tener en cuenta esta otra dimensión fraterna, en la cual desemboca, cristianamente, su potencial humano benévolo y altruista. Con elocuente sencillez recuerda su gozoso estupor ante el encuentro consigo mismo, identificado como otro yo, como otro hombre, con criterios, sentimientos, valores determi– nantes y puntos de interés nuevos 24 • No ha cambiado Dios, no ha cambiado el hombre. Dios será siempre «altísimo, omnipotente, buen Señor» 25 • El hombre será siempre... un lepro– so. Ha cambiado Francisco, ha cambiado su visión de Dios y del hombre, ha cambiado el horizonte y el sentido de su vida. Quizá el encanto mis– terioso de San Francisco y el legado más valioso para nuestra espiritua– lidad y pastoral de franciscanos está aquí: en ese encuentro con Dios a través del leproso, que dio vida en él al perfecto hombre evangélico, creyendo en la absoluta Bondad del Padre y descubriendo, con ojos sim- 2s Pensiero alla marte_ Medit=ione di Paolo VI. Libreria Editrice Vaticana 1979 sin pág.); Cfr. N.G.M. VAN DooRNIK, Francesco d'Assisi, profeta per il nostro tempo, Cittadella Editrice, Assisi 1974, p. 24 ss. 24 Cfr. EN 19; Lázaro IRIARTE, O.F.M.Cap., La vía de la conversión de San Fran– cisco de Asís: <<El Señor me llevó entre los leprosos», en SF 11 (19751 181 ss. 2s C p. 49; Cfr. PP p. 28; AD p. 25-26.
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