BCCCAP00000000000000000001673

132 ENRIQUE RIVERA franciscana sólo se opone a la soberbia latente en la estima de estos valores, cuando no se los quiere reconocer como obra de Dios. Pensamos que el acercamiento histórico de Dios al hombre, intentado por Fran– cisco, sigue tan vigente hoy como en su tiempo. Y sólo este acercamiento puede dar el respaldo de legitimidad y de perpetuidad a los mejores valores humanos. Ha habido continuas tentaciones en el pensamiento mo– derno para separar al hombre de Dios. Pero estas tentaciones, cuando se ha sucumbido a ellas, han dejado en pos de sí la triste historia de todos conocida. Un valor sin Dios ha acabado siempre en valor antihumano o infrahumano. De aquí la necesidad de esa presencia de Dios que Fran– cisco hizo sentir en su tiempo. Y también lo puede hacer en el nuestro. B) Respuesta franciscana desde la soclologfa Están en alza los estudios sociológicos. De gran valia en polftica y en la vida comercial, lo son menos en la praxis pastoral. Ninguna socie– dad se ha hecho mejor a base de estadísticas, aunque sirvan en ocasiones para orientar y precisar la actuación práctica. Sin análisis sociológicos Francisco intuyó la necesidad que tenia el pueblo cristiano de la presencia de Jesús en su genuino mensaje evangélico. De aquí su preocupación por acercarse al pueblo, por sentir sus problemas. Esto le lleva a revolucionar la estadía monacal. No se aleja del pueblo, como el monje. Se inserta en él. Convive con él. En este momento es de recordar la distinción de M. de Unamuno en– tre historia e intrahistoria. La historia es lo que mete ruido, la de los grandes sucesos, la de los nombres que llenan hoy las columnas de la prensa y mañana tendrán que aprender los muchachos en sus lecciones. La intrahistoria es la emoción silente de las multitudes que van trasmi– tiendo de una generación a otra sus ideas y sus querencias, sus espe– ranzas y sus amores. Digamos sin más que Francisco, sin pensar en esta distinción tan útil para comprenderle, se lanzó y lanzó a su obra por los senderos y veredas de la intrahistoria en la que el pueblo vive y sueña, padece y muere. No preguntó a los datos sociológicos cuántos necesita– ban de la. palabra. evangélica, porque la repartía a manos llenas a todos. Hasta los ladrones de Monte Casale sintieron la fineza de su atención. Para el labriego que murmura de la Providencia por sentirse maltratado por la misma, Francisco busca la palabra eterna del consuelo cristiano.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz