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38 AURELIO LAITA mantiene todavía en formas de la sociedad «tradicional» autoritaria, ver– ticalista y diferenciada, y desigual. La secularización y seculari'dad, fenómeno del que ya hemos hablado, reconocido en la GS, 36, 41 be; AA, 7, desafía a numerosos servicios o suplencias que los religiosos consideraban como obras de misericordia y sobre los que tenía la exclusiva, ahora habrán de ser transferidos a la sociedad secular. Y no sólo desafía a las obras sino a todo un género de vida sacralizado hasta el exceso en los modos de vestir, vivir, orar y actuar. La situación de injusticia en un mundo actual de pobreza y de hambre, de discriminación racial y política, etc., reta a la vida religiosa bien instalada y cómoda también, a veces, en connivencia práctica con los poderes que mantiene esa situación. Cosa, por otra parte, denunciada por la Evangelica Testificatio, n. 17s. B. Desafíos del hombre nuevo La sociedad nueva, nacida de los numerosos factores de cambio indi– cados, engendra un nuevo tipo de hombre, capaz de superar el ansia pro– vocada por dichos cambios, en continua búsqueda, en diálogo constante, discernidor de lo perenne y de lo mudable, señor de las cosas, respon– sable, deseoso de reencontrar en sí mismo las razones últimas de su obrar, deseo de confrontar sus opiniones y proyectos con el grupo, más que con un responsable directo (por eso, la preeminencia de la frater– nidad, la amistad, el horizontalismo sobre el verticalismo), decidido a tomar parte en los asuntos que le atañen tanto a nivel personal como colectivo (quiere ser protagonista de la historia como decíamos más arriba), proyectado más hacia el futuro que hacia el pasado, despiada– damente sincero y crítico, solidario, científico y técnico, comprometido con el mundo, democrático e ideológicamente pluralista. Este hombre nuevo desafía al hombre religioso «antiguo» con caracte– rísticas opuestas, propias de otra cultura y civilización. C. Desafíos de la nueva imxigen de la Iglesia También la Iglesia se va configurando con una nueva imagen por influjo de la nueva sociedad y de la nueva eclesiología. Esta nueva ima– gen desafía en algunos aspectos fundamentales a nuestra vida religiosa. Podemos establecer un paralelismo esclarecedor:

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