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272 Bernardino de Annellada La analogía de la creación con la "recreación" en el orden sobrenatural no sólo es presumible, sino que aparece clara en la revelación. El Mediador úni– co del orden nuevo es Cristo, «camino verdad y vida» (Jn 14,6), «porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hch 4, 12). "Mediador único" entre Dios y los hombres, no se pue– de decir que es "exclusivo", aunque las demás mediaciones tengan que con– verger en él para ser salvíficas. El mismo Jesús dirá, por ejemplo, que las obras hechas en favor de los hermanos, porque son discípulos suyos (cf. Mt 10,42), Él las asume como hechas a sí mismo (cf. Mt 25,40) y merecedoras de la salvación. Cierto que Dios no puede ceder su gloria (cf. Is 42,8) como no puede renunciar a su ser absoluto. Igualmente Cristo no puede dejar de ser el único Mediador de gracia y salvación, puente único entre Dios y la humani– dad en su ser de Hombre Dios. Pero lo mismo que Dios condiciona el ser del hombre sin anular su existencia, Jesucristo condiciona, como fuente única, la actividad sobrenatural del justo, pero no la excluye, antes requiere participa– ción, evidentemente siempre secundaria. Él, que es «el testigo fiel» (Ap 1,5; 2,13; 3,14), «el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin» (Ap 1,6; 21,6; 22,13), que dice :«Yo, para esto he venido: para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37), envía a los suyos diciendo: «Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8). Este panorama de amor, en el que Dios ha querido trascender su unicidad absoluta y no ser excluyente, «cuya gloria es el hombre viviente»!, no puede perderse de vista en la contemplación de la obra de Cristo, mediador único, pero no excluyente. 2. «Amor y verdad» en el ecumenismo cristiano Es posible que la sensibilización más aguda ante nuestra secular desunión la provoque algo que contradice lo considerado por todos como el mensaje cristiano fundamental para la humanidad: el amor sin fronteras. De ello se si– gue que nuestro renovado esfuerzo por encontrar la unidad, no puede menos de partir haciendo efectivo el mandamiento nuevo de Jesús: que nos amemos los unos a los otros como Él nos ha amado (Jn 13,34; 15,12). 1 "Gloria enim Dei vivens horno; vita autem hominis visio Dei". S. IRENEO, Adv. haeres. 4,20,7, en PG 7, 1037.
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