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290 Bernardino de Armellada Esta profunda cuasi identificación de María con Cristo la ve Escoto poten– ciada en la realidad de su maternidad: La maternidad de María fue natural en cuanto a la potencia activa, ya que María era naturalmente fecunda. Al mismo tiempo que madre con todo lo que incluye fisiológica y psicológicamente en una maternidad querida, su maternidad tuvo un origen trascendente, sobrena– tural: Dice Escoto: «El Espíritu Santo y María fueron principio agente más perfecto de cuanto lo habrían sido un padre creado y la misma madre» 66 • Es– to equivale a decir que María es la más madre de las madres. La maternidad ha tocado en ella su más alta expresión, lo máximo de la perfección. La historia ha considerado a Escoto como el principal defensor del privilegio de la concepción inmaculada de María. En síntesis hay que decir que sólo era una consecuencia de la Mediación redentora de Cristo en su expresión más perfecta, que tuvo que afectar al ser humano más íntimamente unido al Redentor 67 • Prevista Madre de Cristo antes del pecado original, la caída de la humani– dad la dejaba fuera, porque la gracia de Cristo Redentor, querida para todos los hombres, la llenó en el primer instante de su existencia, privilegio de su gracia maternal 68 : Es beneficio más excelente preservar del mal que permitir caer en el mal y después librar del mismo 69 • Y «cuando una cosa no se opone a la autoridad de la Iglesia o a la autoridad de la Escritura, parece justo que se deba atribuir a María lo que es más excelente» 70 . Escoto dice además, que, 66 Ox. III, d.4, q.un. , n. 10 en VIVES, XIV, 193ab; La dottrina mariologica di Giovanni Duns Sco– to, a cura di R. ZAVALLONI e E. MARIANI, 218. 67 Ox., 111, d.3, q. 1, n. 4 en VIVES, XIV, 160b; La dottrina mariologica di Giovanni Duns Scoto, a cura di R. ZAVALL0NI e E. MARIANI, 181. 68 Completamente ajeno a la mariología franciscana (y marginal a la teología católica) parece ser el artículo La visión franciscana del hombre ante el problema del Pecado Original, en Carthaginen– sia 18 (2002) 245, en que ALEJANDRO DE VILLALMONTE quiere hacer de la excepción de María, en cuan– to exenta del pecado original, la regla general(!) de todo hombre. La ilusión del autor es que sólo en occidente, y por iniciativa de San Agustín, se inventa el mito, dice, del pecado original, mientras que en oriente no se conoce tal realidad. A parte de su interpretación al margen de la tradición de la Igle– sia, el autor pasa por alto que el término pecado, aplicado a la situación original del hombre histórico, es uria expresión analógica, que ha tenido otras expresiones equivalentes. Concretamente en oriente se llamó, ya antes de San Agustín, "estado de muerte espiritual" (por lo que nuestra naturaleza de hijos de ira [Ef 2,3] necesita, para renacer sobrenaturalmente [Jn 3,5], la gracia santificante, de por sí con– dicionada a los medios establecidos por Jesucristo). Basta leer Y. SPITERIS, Salvezza e peccato nella tradizione orienta/e, Bologna 2000, 133-154. 69 Ox., III, d. 3. q. 1, n. 7, en VIVES, XIV 162a; La dottrina mariologica di Giovanni Duns Scoto, a cura di R. ZAVALWNI e E. MARIANI, 184. 10 Ibidem, n. 10; Vives XIV 165b; La dottrina mariologica di Giovanni Duns Scoto, a cura di R. ZAVALLONI e E. MARIANI, 187.

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