BCCCAP00000000000000000001671

286 Bemardino de Armellada na; pues si de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analo– gía, a contemplar a su Autor (Sab 13,6), de la grandeza y hermosura de Cris– to se puede deducir la grandeza y hermosura de la primera de las criaturas por Él salvada y la primera unida a su obra de redentor. a) San Buenaventura considera cómo «la humanidad del Hijo de Dios lle– nó con su presencia las entrañas de la sacratísima Virgen y, en consecuencia, todo el mundo... Porque la plenitud que tuvo la Virgen María redundó en be– neficio de toda la Iglesia, y por eso canta la universalidad de los Santos en el Salmo: Hemos experimentado, ¡oh Dios!, tu misericordia en medio de tu tem– plo (Sal. 48, 10). Esta misericordia es Cristo, recibido por María en su seno. Y como quiera que la misericordia es el único camino que los miserables han de seguir para salir de su miseria, de ahí que debamos acogemos a la miseri– cordia de la Virgen María como a puerta de nuestra salvación» 45 . «Tú, Virgen gloriosa, llamada María, o sea, estrella del mar; denominada María, esto es, mar amargo; apellidada María, que significa Señora, ruega por nosotros para que seamos iluminados, purificados y perfeccionados... Necesi– tamos estas tres cosas... Y no podemos conseguirlas sin la intervención de la Virgen gloriosa; le rogaremos, por tanto, que se digne interceder por nos– otros... »46. María, en la Anunciación, «cuando consintió al ofrecimiento divino y el Espíritu Santo descendió sobre ella con abundancia de gracia, no sólo tenía una disposición conveniente, sino también dignidad; y desde aquel momento mereció dignamente ser cubierta y colmada de la virtud de Altísimo» 47 • San Buenaventura, en la línea de los Santos Padres, subraya la contraposi– ción entre Eva y María: así como los dos sexos (varón y mujer) cooperaron a 45 Serm. 4 De Purijicatione B. Virginis Mariae, IX, 651b; BAC, IV, 699. 46 Serm. 2 De Purijicatione..., IX, 641a; BAC IV, 657s. "Carísimos, nosotros pecadores y misera– bles, nosotros profanos, que somos necesitados y míseros, debemos recurrir a ella para recuperar y conservar la gracia. La tenemos como receptáculo de la santidad y en ella encontramos refugio". lbi– dem, IX, 641b; BAC, IV, 661. "Si la raíz es santa, lo son también los ramos; la Virgen Madre santifi– ca a los que echan raíces en ella por el amor y la devoción, alcanzándoles de su Hijo la santidad". Ibi– dem, 642a; BAC, IV, 663. 47 In III Sent. d.4, a.2, q.2, c., en III, 107b. "Con gran confianza recurramos a la Virgen, y con se– guridad la encontraremos propicia en nuestras necesidades, siendo ella como es, nuestra abogada". Serm. 4 In Annuntiatione B. V. Mariae, en IX 673b; BAC, IV, 781. "El trono en el que descansa y re– side la gracia divina, es la Virgen María, a la cual debemos acercamos con segura confianza como a madre y reina de misericordia". Serm. 5 In Annuntiatione B. V. Mariae, en IX 680a; BAC, IV, 809.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz