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284 Bernardino de Armellada Así la llena de gracia, según el saludo del Ángel, lo era no sólo como hi– ja adoptiva de Dios, sino que la hacía Madre de Dios en el Verbo, humanado en sus entrañas: una gracia, por tanto, específica, que se puede llamar gracia maternal. Unida al Verbo en virtud de su maternidad divina, gozaba de una re– lación singular con la Trinidad. La gracia o favor de Dios que el Ángel reco– noce en María es, pues, algo más que la gracia santificante del común de los hijos de Dios. Su elección tiene una trascendencia natural y sobrenatural que no la confunde con los demás miembros del Cuerpo místico. Sólo ella es la Madre real de Cristo y en Él «Madre de la Iglesia», como la proclamó Pablo VJ42. Sería una pura cuestión científica si «la Verdad de Cristo» fuera únicamen– te un dato histórico o una teoría filosófica, sin más alcance que las palabras es– cuetas de la Escritura. Pero es más que todo eso, aunque no lo excluya: Es una propuesta vital y sobrenatural al mismo tiempo. Y porque se trata de una di– mensión nueva dentro de la creación en la que intervienen individuos excep– cionales, la doctrina que sobre ellos recibimos traspasa los límites de lo teóri– co para penetrar en lo existencial, en cuanto que compromete todas las viven– cias íntimas, familiares y sociales. En este sentido el hombre normal se realiza, desde la intimidad de su indi– vidualidad personal, no en un proceso excluyente de su entorno vital, sino in– clusivo, enriquecido por y enriquecedor de la comunidad humana según el grado, necesario o libre, de su proximidad. Y es así como tiene sentido dilucidar con fe y con psicología el alcance his– tórico, natural y sobrenatural de la relación entre Jesús y su madre, que se des– cribe con trazos simples en la Sagrada Escritura. Se trata del olfato popular, sentido humano las palabras de Jesús que algunos han llamado antimarianas del Evangelio, no nece– sitarían ni del esfuerzo rebuscado para privarlas de su sentido y, menos, de la seca aplicación de un al– cance negativo del que carecen. 42 Fue el mismo día en que firmó la constitución Lumen gentium, 21 de noviembre de 1964, cuan– do Pablo VI, en la basílica de San Pedro y ante todos los Padres Conciliares, tuvo el discurso en el que dijo estas palabras: "Igitur ad Beatae Virginis gloriam ad nostrumque solacium, Mariam Sanctissimam declaramus Matrem Ecclesiae, hoc est totius populi christiani, tam fidelium quam Pastorum, qui eam Matrem amantissimam appellant; ac statuimus ut suavissimo hoc nomine iam nunc universus christia– nus populus magis adhuc honorem Deiparae tribuat eique supplicationes adhibeat". AAS 56 (1964) 1015-1019. El sentido lógico espiritual de esta maternidad de María se habría querido desvirtuar por parte de eminentes(!) teólogos y peritos conciliares". Cf. ÜRTENsro DA SPINETOLI, Marfa tras el Vati– cano II, 19; cit. Divinitas 9 ( 1965) 451. ¿Quieren acallar la voz unánime de los fieles cristianos que llamamos "madre" a María? San Francisco la veneró especialmente porque hizo a Cristo hermano nuestro(!). Cf. 2Cel 198; LegM 9, 3.

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