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Por una mariología ni excluyente ni excluida 283 pero, sin ser esclavos de la letra, dejaban paso al sentido espiritual 38 , percibido sobre todo en la vida misma de la Iglesia 39 • También meditaban la Escritura co– mo narración divina sobre personas humanas. Se podría tal vez hablar de un sen– tido antropológico. Cristo hombre nació, vivió y murió entre personas humanas: la relación plenamente humana - y bellamente humana - no estuvo ensombreci– da y menos disminuida por su referencia sobrenatural-sustancial a la Persona del Verbo. Antes bien, todo lo natural tuvo que ser divinamente sublimado. Después de tanto repetir que nuestra fe, más que a verdades abstractas, se refiere a personas: e.d. fundamentalmente a Cristo y al entorno de su convi– vencia humana, se cae en una especie de recorte miedoso del elemento huma– no, que no pudo menos de expresar de modo exquisito toda la virtualidad de las vivencias humanas normales. El misterio insondable de su unión hipostá– tica, constituía a Cristo mediador entre Dios y los hombres, no en cuanto Dios, sino en cuanto hombre (1 Tim 2,5) nacido de mujer (Gál 4,4). Esta visión hu– mana da pie a una «exégesis antropológica», que lógicamente entreverá, a tra– vés de las narraciones, un trasfondo en la doble dimensión, sobrenatural divi– na40 y natural humana41 , de las relaciones entre Jesús y María. 38 "En cuanto al progreso de la Sagrada Escritura, no se halla coartado a las leyes de los racioci– nios, de las definiciones y divisiones, como las demás ciencias..., sino que procediendo más bien se– gún la luz sobrenatural a dar al hombre viador conocimiento suficiente de las cosas en la medida ne– cesaria para la salvación, en parte con palabras claras, en parte con palabras místicas, describe el con– tenido de todo el universo como en cierta suma y compendio". S. BUENAVENTURA, Breviloquium, prol. nº 3, en V, 2O1b; BAC, I, 169. San Buenaventura advierte que la mera expresión literal de la Escritu– ra nos deja en la "corteza". Hex., col. 19, n. 9, en V, 421b; BAC, III, 543. 39 S. Buenaventura: "La Iglesia se dice columna y apoyo, porque ilustra la mente y consolida la vir– tud... Quien a esta columna no dirige sus miradas, como el que no la entiende o, si la entiende, no la sigue, no forma parte de la unidad de la Iglesia". In Hex, col.I, n.3 en V, 329b-33Oa; BAC, III, 179. "La Iglesia estableció la norma de la fe, conforme a la cual se suceden los fieles unos a otros". Ibídem, col.16, n.14 en V, 4O5a; BAC, III, 477. "Así como el rayo de sol ilumina la noche por medio de la lu– na, así el rayo divin.o ilumina a la misma alma contemplativa por medio de la Iglesia". Ibídem, col.2O, n.13 en V, 427b; BAC, III, 567. El B. Juan Duns Escoto: "Dico quod eo spiritu expositae sunt Scrip– turae, quo conditae. Et ita supponendum est, quod Ecclesia catholica, eo spiritu exponit. quo tradita est nobis fides, Spiritu scilicet veritatis edocta... non enim in potestate Ecclesiae est facere istud verum vel non verum, sed Dei instituentis; sed intellectum a Deo traditum Ecclesia explicat, directa in hoc, ut creditur, Spiritu veritatis". Ox., IV, d. 11, q.3, n. 15 en VIVES, XVII, 376b. 40 Es fácil estigmatizar la mariología afectivamente discursiva como si tomara "en consideración, no lo que Dios había dicho o querido... sino lo que debía haber dicho o querido... para el más grande honor de su Madre..., hacia el triunfalismo, el mariocentrismo, el marianismo o la religión mariana". Calificaciones simplistas que denotan más bien un positivismo sin altura y sin profundidad humana ni histórica. Cf. ÜRTENSIO DA SPINETOLI, María tras el Vaticano II, Madrid 1969, 13-14. 4 1 Entre una madre y un hijo adulto caben observaciones amables o referencias metafóricas que, en su expresión literal, nada tienen que ver con la relación profunda del amor y la colaboración. En este

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