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ANTONIO DE I1UENTELAPEÑA, UN CURIOSO ESCRITOR 261 que únicamente en determinadas circunstancias es visible 11 • Alega ocho pru.ebas concretas ,(§§ 37-75) y, seguidamente, satisface a las objeciones e instancias en contrario (§§ 76-119). A continuación satisface a las « diversas dudas curiosas » - veinte en total - compendiables en el término moderno teratología y en el sentido que el P. Fuentelapeña da al vocablo «monstruo»: efecto natural, pero desviado de la senda recta y trillada de los de su misma especie, o de lo que ésta acostumbra de ordinario. Bajo este aspecto estudia y discute mi.íltiples anomalías morfológicas físico-naturales que ocurren en el mundo animal y, sobre todo, en el cuerpo humano, particularmente los casos que se rozan con la administración de los sacramentos (bautismo, matrimonio, etc.). Así, el tener miembros duplicados, mayores de lo or– dinario, o la falta de alguno (§§ 121-143); cuál sea la perfecta estatura (§§ 165-225); gigantes y pigmeos (§§ 122-134); sexos :(§§ 226-240); herma– froditas (§§ 276-311); transmutación de sexos (§§ 454-473). Mayor extensión concede a la materia de los partos: de dónde venga su monstruosidad (§§ 312-322); tiempo (§§ 323-348); multiplicidad ;(§§ 349-359); edades del hombre (§§ 377-383); tiempo de animación del feto (§§ 384-410). Las últimas dudas (§§ 474-542) están dedicadas al estudio de la virginidad, « no tanto - escribe - para. satisfacer a la curiosidad, cuanto para defender ta inocencia... Este es el motivo de escribir ésta y otras cuestiones semejantes, que a no ser el fin tan honesto, por ningún caso tocara: pues aun con todo eso las escribo no sin algún embarazo» i(§ 486). Sección III: « Si dichos animales invisibles sean los que comúnmente llamanos duendes, trasgos o fantasmas»? .(§§ 543-1550). « Esta sección - advierte - es la principal, y porque ha der ser dilatada, y es de suyo intrincada..., me ha parecido dividirla en subsecciones ». En la subsección I presenta varias « suposiciones ». La . primera es que « los ángeles, buenos y malos, pueden tomar cuerpo y aparecerse en forma corpórea» (§§ 543-544). Supone que hay duendes, trasgos o fantasmas y que parece no se puede negar: por los muchos autores que lo suponen; por las muchas personas que deponen haberlos sentido en diversas casas o percibido sus efectos, y por otras muchas que, como testigos oculares, deponen haberlos visto siendo niños. En Castilla les llaman trasgos, en Cataluña folletos, en Italia farfarelli, y en las partes septentrionales, fantasmas. Siéntense en las casas, nunca hacen mal a nadie, siéntese su ruido sin percibirse de ordinario su autor, quitan y ponen platos, juegan a los bolos, tiran chinitas, aficiónanse a los niños y especialmente a los caballos (§§ 545-547). Esto supuesto, añade que la 11 En el prólogo había escrito estas palabras que suenan a microbiología ante litteram: « ... unos animales que, o por invisibles hasta ahora han vivido ignorados, o por ignorados no han sido hasta ahora perfectamente conocidos. A la luz, digo, saco hoy los que, dos veces obscuros, han perseverado por tantos siglos escondidos, ya a nuestra vista por las tinieblas de su ser, y ya a nuestro conocimiento por la obscuridad de nuestra especulación; siendo empeño a mi ver nada inútil, si Colón de climas más ocultos, acertase en este discurso a servir a la majestad de la naturaleza, con un nuevo Orbe descubierto; esto es, acertase a descubrirla tantos y tan extravagantes vasallos como hasta este punto han estado desconocidos »,

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