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256 TEÓFILO E. DE GUSENDOS trinitario Diego de Salazar Cadena, maestro de la Universidad de Sa– lamanca, el 20, y el permiso del ordinario el 22. El Consejo Real autorizó la impresión el 4 de marzo. Una vez impreso, fue expurgado de erratas el 6 de junio, y tres días después se tasaron sus 60 pliegos al precio de seis maravedís cada uno. Sobre su origen, confiesa el autor haber preparado la obra a ratos perdidos, cuando le dejaban libre sus obligaciones, y como un ejercicio del ingenio 2 • Trataba de descubrir y divulgar las maravillas y arcanos de la naturaleza, con el fin de ofrecer, mediante su conocimiento, algún barrunto de la gloria soberana del Creador 3 • Cuando publicó esta primera parte, el resto de la obra total - hoy desconocido o perdido - debía estar muy adelantado, si no concluso ya, pues advierte en el prólogo: « ... concluyo con decir, que todo este discurso (que en sólo una cuestión descubre parte del poder de la naturaleza) es una parte sola de la primera de tres que, con título de Trípode físico-matemática 4, me han pedido dé a la estampa, habiéndome obligado después a esta segregación el deseo impaciente o ruego repetido de los mismos, a quien en uno y en otro debo obedecer 5, con que si esta primera muestra no fuere mal admitida de los lectores, pasaré desde luego a dar entera satisfacción a los amigos, dando cuanto antes complemento entero a esta obra y a otras». No podemos precisar más sobre su origen. Nada sorprenderla que en el trasfondo de la obra estén repercutiendo los descubrimientos de su siglo sobre la existencia de un microcosmos animal, tanto o más que algún caso ruidoso y singular en materia de duendes y fantasmas, móviles ambos muy acordes con la confesada finalidad de « dar a los ingenios motivos nuevos de admirar el inescrutable poder divino en el nuevo 2 El ente. dilucidado ofrece, efectivamente, el aspecto externo· de un montaje dialéctico rigurosamente escolástico, encaminado a probar poco menos que un imposible: la existencia real de los duendes. Pero bajo ese motivo o pretexto conductor, aparecen múltiples digresiones, demostraciones e, incluso, algunas innovaciones del pensamiento. Si el ideal didáctico explícito del autor es el de enseñar deleitando, lo segundo se confía principal– mente al asunto de los duendes, y lo primero al resto de la obra. 3 « El primer motivo, y lo que únicamente me movió a escribir este tratado... fue el dar a conocer a los hombres la amorosísima providencia divina, que en todas sus obras busca siempre (después de su gloria y honra) solo nuestra conveniencia, vida y salud» (El ente dilucidado, § 1613). Citamos los pasajes según los números marginales o párrafos (§§). Tanto en esta obra, como en las demás del P. Fuentelapeña, adoptamos, para facilidad de lectura, la ortografía y puntuación modernas. 4 En el cuerpo de esta primera parte se refiere un par de veces ( §§ 1729, 1772) a ese título general de la obra, atribuible, sin embargo, más adecuadamente a sus partes segunda y tercera. El sorprendente título no entrañaba, de seguro, ninguna actitud oracular: aludía probablemente a la tripartición material del libro, bien porque desarrollara, aparte el tema de los duendes, el de la filosofía natural o física y el de las matemáticas, bien porque en el tratamiento de aquélla pensara utilizar éstas, como ya hace alguna vez en El ente. Por qué no vieran la luz la segunda y tercera parte, es un misterio. En su malogro pudo influir el viaje a Sicilia y destierro consiguiente, acaecidos en el trienio en que apareció la primera parte, o la acogida de ésta, o su entrada en la senectud, según su propia división de la vida humana, y dedicación a tareas más espirituales. 5 Probable alusión a los superiores de la Orden, entre ellos el P. Martín de Torrecilla, de su misma provincia castellana.
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