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ANTONIO DE FUENTELAPEÑA, UN CURIOSO ESCRITOR 279 Tema XX: « El retrato aquí cese; / con lo mismo que pinto / borro el retrato; / no logra el que afirma, / sino el que niega» (466-470). Discurso XX: De la incomprensibilidad del divino ser (471-490). Solo Dios puede comprender lo que tiene y a su grandeza pertenece. El entendimiento humano sólo puede admirar; basta el velo de la fe para que, sin percibir el divino ser, se le ame. Y concluye. Visto el retrato divino - dice a Lucinda - « te abrasará en deseos de gozar de esa belleza divina. Es muy fácil de encontrar, pues en Dios vivimos, nos movemos y somos. Escucha las voces con que amoroso te pide el corazón contrito y humillado y respóndele». El padre la pone, después, en guardia y previene acerca de las dificultades que encontrará; le da sus últimos consejos y se despide prometiendo, « la primera vez que te vea, darte oportunamente nuevos documentos de más alta perfección (491-511). Como ya dijimos anteriormente, la segunda edición del Retrato divino lleva, en las páginas 513-552, un añadido o apéndice: Respuesta a Lucindc, en que se la facilita el camino de la perfección y se la da noticia de él ». Es un auténtico compendio de teología mística, para satisfacer algunas dudas de Lucinda y desvanecer sus vanos temores. El camino de la perfección - escribe el P. Fuentelapeña - « es difícil en su teórica, pero no así en su práctica, pues ésta reduce sus preceptos a solo uno, que es el amar a Dios». Utilizará el ejemplo o parábola de un príncipe enamorado de una pastorcilla, para esclarecer las distintas fases de la vida espiritual: vías, especies de oración, grados de contemplación, etc. Dios saca al alma imperfecta de su estado por medio de la oración imaginativa; en ocasiones también la regala con gracias, goces y con– suelos espirituales, siempre del orden sensitivo, que la alienta.u y la infunden fuerza y actividad para olvidar y enmendar la vida pasada, mortificar pasiones y apetitos desordenados. Con la purgación activa del sentido y el aumento de la luz divina, el alma, mediante los grados de meditación discursiva, goza de soberanas ilustraciones y conocimientos elevados de los divinos atributos que despiertan, hacen brotar y crecer las virtudes, aunque no faltan todavía defectos, vicios e incluso caídas que desaparecel'.án por medio de la purificación pasiva del sentido. Con la práctica de las virtudes y la contemplación natural o infusa, el alma, pasando paulatinamente de la contemplación de pura fe a la de recogi– miento, quietud, sueño espiritual y mística embriaguez, goza comunica– ciones sobrenaturales y grandes consolaciones, seguidas de la terrible purgación del espíritu, que acaba con las últimas raíces de los hábitos imperfectos naturales y morales. En este estado, el alma recibe más luces, ejerce en grados más heroicos las virtudes, empiezan las ansias de Dios más encendidas. El amor se hace enteramente fino, agudo, impaciente, seráfico, y el soberano Amante la admite por esposa y la une consigo total, actual, fruitiva y efectivamente. En adelante, el alma permanece habitualmente unida a su Esposo, en un éxtasis continuo y sobrio del espíritu, en una transformación mística en la que, sin perder el ser de criatura, por inefable modo goza
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